Leer la prensa o escuchar el noticiario en estos tiempos que corren resulta descorazonador. Una de las consecuencias es un cambio en la sensación colectiva de cierta seguridad, de la que hemos gozado en las últimas décadas, por una creciente y preocupante sensación de inseguridad y precariedad. Ya no estamos seguros si vamos a poder mantener el puesto de trabajo, si los presupuestos del estado van a poder hacer frente a los servicios que aseguran nuestro bienestar, si la estabilidad familiar va a poder ser mantenida, e incluso la salud: rara es la semana que no tienes noticia de algún conocido al que le han diagnosticado una grave enfermedad.
Todo esto genera temor y el temor invita a la inacción. Justo lo contrario de lo que necesitamos.
Estar al albur de las circunstancias resulta poco gratificante. Es cierto que no podemos esquivar las fuerzas del entorno, pero hacer depender nuestro futuro exclusivamente de lo que ocurra fuera de nuestro círculo de influencia me parece temerario.
El diccionario de la RAE define “audacia” como osadía, atrevimiento, cualidades ambas imprescindibles para anticiparse al futuro ¿Qué o quién nos lo impide?
El significado del término “innovación”, ahora tan de moda, no es otro que ser capaz de ver lo que todavía no existe. Cuando escucho preguntar en las entrevistas ¿Te consideras un visionario? Como un resorte me asalta siempre la misma duda: ¿Visionario o valiente? Lo difícil no es ver el futuro, lo difícil es quitarse las gafas oscuras del miedo y anticiparse; para esto hace falta valor porque implica un salto a lo desconocido.
La crisis terminó hace tiempo. Lo que estamos viviendo es una nueva realidad, un nuevo escenario cargado de incertidumbre, una transición hacia algo diferente. La clave que nos debe ayudar a salir de donde estamos, va a ser nuestra habilidad para captar la tendencia y engancharse a ella. Y no tenemos tiempo que perder
¡Actúa ya, rápido!
La velocidad entraña riesgos, es cierto, pero también el equilibrio de la bicicleta es precario y todos sabemos que si no pedaleas te caes…¡seguro!
Imagen:reporteciencianl

La célebre metáfora de “La rana hervida” cuenta que si queremos cocer una rana, hemos de hacerlo introduciéndola en agua fría e ir calentando gradualmente; de lo contrario, la rana saltaría ipso facto al sentir el agua hirviendo.
El ser humano puede reaccionar desproporcionadamente ante pequeñas cosas y no reaccionar cuando se trata de algo importante; las pequeñas cosas pueden lograr cambios asombrosamente grandes en la actitud de las personas.
¿Cuánto invertimos a lo largo de nuestra carrera en capacitación técnica? ¿Cuántos invertimos en aprender para diagnosticar mejor, para tratar mejor, para operar mejor, para conseguir mejores índices productivos, etc.?
Un estudio de satisfacción del paciente realizado por una aseguradora médica en EEUU sobre 140.000 pacientes en 225 hospitales, desveló que ninguno de los 15 puntos más relevantes ponderados por los encuestados tenían que ver con la salud. Los 15 primeros ítems en orden de prioridad estaban asociados a la interacción del paciente con el equipo que le atendía, así como con la satisfacción de los propios empleados de los diferentes servicios hospitalarios.
Los gurús de la inteligencia afirman que el principal factor para que la gente alcance el desempeño excelente no depende de las habilidades que se posean de antemano, sino del verdadero compromiso en alcanzarlo.
Los tiempos difíciles son buenos como verdadera medida de quiénes somos, como oportunidad para destacar por nuestro espíritu, determinación y compromiso. La adversidad forja carácter y dispara el ingenio.
A lo largo de mi carrera he escuchado con frecuencia a colegas, como queja ante las reticencias del cliente a la hora de aceptar el precio de los servicios, decir que una mascota es un artículo de lujo: “Si no te lo puedes permitir, no lo tengas”.



