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Productividad

Llevo ya un tiempo dando vueltas por España, viendo clínicas y hablando con veterinarios propietarios, veterinarios colaboradores, auxiliares, recepcionistas, clientes y no clientes. 

Si hay algo sobre lo que tengo la firme convicción de que necesita un abordaje urgente, sin tardanza, es en la mejora de la productividad de los centros veterinarios. Y lo más dramático es que, aun hoy, no hay suficiente conciencia de ello. 

La inmensa mayoría de los centros de nuestro país, necesitan ¡urgente! pensar en productividad, enfocarse hacia la productividad, trabajar en clave de productividad, retribuir en productividad… Plantearse, en definitiva, el incremento de la productividad como única opción de subsistencia posible. 

Un muy alto porcentaje de las clínicas veterinarias (en nuestro país) son poco productivas, los veterinarios son poco productivos, y para agravarlo aun más, una gran mayoría tienen plantillas sobredimensionadas. 

Algunos se han dado cuenta y han reducido personal. Razonable. Pero ¿nos hemos preguntado si, antes de tomar medidas siempre dolorosas, es posible mejorar la producción individual y del equipo? 

Mejorar la productividad consiste en obtener más con los mismos recursos. Visto así parece simple. Pero hacerlo se asemeja a tarea de titanes.

Un buena manera de afrontar un gran problema es analizándolo desde las múltiples perspectivas posibles. Mejorar la productividad pasa -entre algunas otras opciones- por incrementar el porcentaje de aceptación de las propuestas que les hacemos a los clientes. 

Pero claro, las propuestas hay que hacerlas. Y medirlas -cuántas hacemos y de éstas, cuántas se convierten en ingresos-. 

Como la gestión es tan aburrida, carecemos de ideas sobre cómo incrementar el gasto medio por visita, tan perjudicado en los últimos tiempos. Conviene recordar que nuestro trabajo consiste en ofrecer opciones según el mejor criterio clínico y la buena praxis a la que nos debemos. No podemos, ni debemos, tomar decisiones por el cliente, sencillamente porque la mascota es suya y el dinero con el que nos paga también es suyo. Cada opción planteada conlleva una escala de consecuencias y una escala de costes; la mejor manera de llegar a un diagnóstico certero suele ser la más cara, pero la decisión es siempre del cliente. 

Educar es la clave, y ofrecer todo aquello en lo que creemos puede mejorar el bienestar y la calidad de vida del cliente en cuanto a la relación con su mascota, explicando siempre, de manera clara y entendible, las consecuencias de las diferentes alternativas planteadas. 

¡Ah, y jamás caer en el error, todavía demasiado común, de prejuzgar la cartera del cliente! 

Formular una propuesta es un sencillo ejercicio de comunicación:

1º Se detecta una necesidad

2º Se informa al cliente de lo que no tiene o puede perder

3º Se explica al cliente lo que gana si acepta la propuesta que le hacemos 

Así de fácil. 

Pero claro, el resultado de la comunicación no es lo que tu quieres transmitir, sino lo que el interlocutor interpreta. La comunicación es la herramienta –la única- que tenemos para influir, y sólo alcanzaremos el éxito si logramos influir en las decisiones del cliente. 

De cómo seamos capaces de incrementar el porcentaje de aceptación de las propuestas que le hacemos, en beneficio de la salud y bienestar de su mascota, dependerá el futuro de nuestro negocio. 

Pero como la gestión es tan aburrida, no se nos ocurre invertir en aprender y entrenar técnicas para asegurarnos una comunicación efectiva con los clientes y mejorar nuestra capacidad de influir en sus decisiones: nuestro gran objetivo. 

 

Imagen:www.cursoproductividad.com

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Resiliencia

Pocos conceptos tan propicios para los tiempos que vivimos como el que da título a este post. 

En contra de lo que algunos puedan pensar, no se trata de un término acuñado por algún gran gurú del marketing o las finanzas. Lo encontramos en la RAE, a diferencia de otros que tenemos en la boca a diario y que curiosamente no figuran en nuestro diccionario oficial de referencia (de hecho el corrector de Word no lo reconoce y me anima con el “No hay sugerencias”) 

Nuestros académicos definen el término como: “Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas” 

Cuando escucho las amargas –y algunas justas- quejas de nuestros colegas en los seminarios que impartimos, sobre las dificultades colosales para conseguir algo tan sencillo como hacer nuestro trabajo, me viene a la cabeza –como un resorte- la palabra resiliencia. Y es que se trata de esos términos que cuando lees su significado te quedas enganchado y piensas: “esto describe exactamente lo que necesitamos”.

 ¿Por qué se oye tan poco? 

Cuando en charlas y seminarios preguntamos si alguien conoce su significado, se levanta tan sólo una mano entre diez. 

El concepto está ligado al de “éxito” y éste requiere de alguna explicación ¿Por qué? En nuestro negocio se suele asociar con crecimiento, muchos empleados, elevada facturación, casos referidos, etc. Escuchamos con frecuencia: “yo no quiero el éxito, yo sólo quiero vivir bien y tranquilo”. Error. 

Volvemos a recurrir a la RAE tecleando éxito: “Resultado feliz de un negocio, actuación, etc.” 

El éxito es una necesidad porque implica la consecución de los objetivos que tu te has marcado, y para alcanzarlo hacen falta una serie de atributos, quizás no muchos, pero entre ellos no puede faltar la resiliencia. Si nunca te has marcado objetivos entonces es otra historia bien distinta. 

Recomiendo pegar un cartelito con la palabrita contundentemente destacada en el espejo que nos mira todas las mañanas recién levantados, en el salpicadero de nuestro coche o en el borde superior de la pantalla del ordenador. 

¡Resiliencia, sí, resiliencia!

 

Imagen :yosoyigualydiverso.wordpress.com

 

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¿Qué necesito para motivarme?

Leemos y escuchamos con frecuencia –para motivarnos, supongo- que es tiempo de oportunidades y que éstas suelen venir disfrazadas de problemas; y es muy cierto. 

Pero a menudo se nos olvida lo que ya sabemos –o deberíamos-, un saber que está al alcance de cualquiera. 

Para y dedica unos minutos a tomar conciencia de cómo estás, lo que te sobra y lo que te falta, dónde y cómo quieres llegar. Lo que quieres y lo que realmente necesitas, a veces, no suelen coincidir. 

No hay nada, para saberlo, como echar la vista atrás y evaluar lo que no ha salido como queríamos, las metas pendientes de alcanzar, lo que pudo haber sido y no fue. 

Seas propietario de un centro veterinario o colaborador, lleves 2 años ejerciendo o 25, tu decides tu éxito y tu fracaso, sin olvidar, jamás, que toda experiencia es un éxito si se aprende de ella. 

Como siempre, tu eliges.

 

Imagen:wordpress.com

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Los tres ámbitos del aprendizaje

No basta con tener información para saber. La información no es suficiente para alcanzar el desempeño excelente, el cual es mucho más que conocimientos técnicos o científicos. El aprendizaje técnico, o científico , es insuficiente para afrontar los retos que hoy la sociedad y el mercado nos plantean ¿Por qué? 

Muy sencillo: nuestro cliente es un ser humano con emociones, nosotros somos seres humanos con emociones (y esto es otra evidencia que no nos cuentan en la Facultad), por ello la actividad cara al público requiere de un aprendizaje que integre todos los ámbitos del ser humano. 

La preparación para asegurarnos el éxito en cualquier actividad requiere de un aprendizaje integral en los 3 ámbitos: emocional, observacional y técnico. 

A/ Aprendizaje emocional: Nuestro trabajo implica siempre una interacción veterinario-cliente ¿Por qué es importante el aprendizaje emocional? 

1º El cliente deposita en nuestras manos algo que representa una parte muy importante dentro de su mundo afectivo. 

2º El futuro de su relación con nosotros (su fidelidad), va a depender en gran parte de lo que suceda en ese espacio emocional que se genera. Manejar este espacio es de vital importancia. 

B/ Aprendizaje observacional: La observación atenta de nosotros mismos actuando ante un cliente, ayuda a descubrir las diferentes opciones posibles que aun no hemos explorado, invitándonos a la creatividad y al reto que supone el hacer algo rompedor y novedoso. 

Cuanto más avanzo, más me doy cuenta del poder que tiene el ser humano cuando se observa observado” Julio Olalla 

C/ Aprendizaje técnico: Es de vital importancia conocer a la perfección lo que ofrecemos y el valor que aportamos al cliente en forma de beneficios y consecuencias. El cliente da por supuesto nuestros conocimientos -no viene a examinarnos-. 

El dominio del oficio es importante por dos motivos: 

1º El conocimiento técnico y la experiencia ayudan a reorganizar los circuitos cerebrales, agilizando la toma de decisiones. 

2º La tranquilidad que da dominar el oficio, nos permite la soltura necesaria para la gestión del espacio conversacional y emocional. 

 

Imagen:hegelperu.blogspot.com

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«Me da miedo el futuro»

Conducía camino a casa conversando con mi hija de 12 años sobre lo que le apetecería estudiar y trabajar de mayor, cuando, de repente, espetó la frase que da título al post. Me dejó estupefacto, paralizado, y me dije: “Pero…¿Qué estamos haciendo?” 

El miedo tiene un efecto devastador: paraliza. 

Desconozco cómo interpretan los niños lo que escuchan a diario en los medios. Lo que mi hija me ha dejado muy claro es que los mensajes que los adultos transmitimos acerca de lo que está ocurriendo, y su impacto en el futuro, dan miedo, y esto es terrible. 

Tenemos una responsabilidad generacional y ello conlleva muchas obligaciones. Lo de menos es hacer pagar nuestro errores –todas las generaciones los han cometido-, el crimen es abortar los sueños de la infancia. 

Aun estamos a tiempo de tomar conciencia del enorme impacto que tiene lo que decimos y escuchamos sobre los más jóvenes. 

Los de mi generación hemos aprendido de nuestros progenitores que el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo duro da sus frutos. Nos han enseñado el camino de la prosperidad, y sobre todo, a creer en un futuro siempre mejor que el presente que ellos tuvieron. 

Si acabamos con la ilusión por el futuro de nuestros hijos, estamos muertos como sociedad. 

La sociedad está enferma, todos lo sabemos, pero creo firmemente que tiene cura. Este anhelo, esta esperanza en un mundo mejor es el clavo ardiendo que jamás debemos soltar. 

¡Actuemos! Yo a mis padres no se lo hubiera perdonado jamás.

 

Imagen:bcomecoachinggroup.worpress.com

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Entrevista a Héctor Gómez Asenjo

Héctor Gómez Asenjo, fundador y director del Hospital Veterinario ABROS 

En Marzo de 1993, Héctor Gómez, junto a Elena Diéguez, fundaron ABROS. A lo largo de los años, otros compañeros que compartían su misma pasión por la medicina veterinaria y el bienestar de las mascotas, fueron incorporándose al proyecto. Lo que comenzó siendo una empresa familiar, fue creciendo en personal, conocimientos, aparataje e instalaciones. En la actualidad, el equipo ABROS lo componen 30 profesionales, con el reto de practicar una medicina veterinaria de élite, superar las expectativas de sus clientes y conseguir la mejor calidad de vida posible para sus mascotas. 

¿Qué es para ti el éxito? 

El equipo. Mi obsesión es que el equipo de personas que formamos parte del proyecto trabajemos conjuntamente, nos llevemos bien, nos sintamos cómodos, nos sintamos a gusto, nos guste lo que estamos haciendo y nos sintamos realizados.  Todo ello sin perder el foco en el cliente final, que en última instancia es quien nos va a medir el éxito. 

ABROS  no es un proyecto mío,  yo puedo ser la cabeza visible, pero hay mucha gente detrás que lleva muchos años. Cualquier decisión y la dirección que va tomando la empresa se consensua, se buscan aportaciones y sobre eso trabajamos. Podemos equivocarnos o podemos acertar, pero al final lo que se hace surge del sentir de todos. La única forma de que salga adelante un proyecto es que los que tienen que participar para darle forma estén convencidos de que va a funcionar. Resumiendo yo creo que el éxito es el equipo. 

¿Cómo está afrontando y superando Abros las dificultades del momento? 

Cuando cuentas con un grupo homogéneo, implicado, que realmente crea en el proyecto, todo es más sencillo. 

Dificultades hay muchas. Estamos en una zona “pobre” del país, todo lo que hacemos tiene mucha más repercusión a nivel  económico y tenemos mucho menos margen que, quizás, en otros sitios, y esto obliga a hilar muy fino. 

Lo pasamos mal cuando abrimos porque el proyecto inicial contaba con un crecimiento mayor del que luego tuvo lugar como consecuencia de la crisis.

Ahora mismo lo tenemos medianamente estabilizado,  hemos logrado remontar el bache causado por la “crisis financiera”. 

Nunca puedes estar del todo tranquilo, ni decir “ya está todo encauzado”, vas solucionando situaciones y van apareciendo unas nuevas. Pero también es cierto que, según vas avanzando, tienes más armas y más herramientas en la mochila para afrontar la situación y las dificultades que aparecen son mejor controladas de lo que eran en el pasado. 

¿Qué te ha enseñado el proyecto ABROS? 

Que es un proyecto de equipo, que es inviable hacer nada si el personal no está implicado, que tienen que sentirlo como propio. Es su proyecto, las ideas que se van implementando y el cómo se hacen las cosas, no es porque alguien diga “se hacen así”, es sentir de todos y vale de poco el empeñarse a hacer algo si el resto de la gente no lo ve, no lo siente. 

A nosotros, por ejemplo, no nos llevó nada de tiempo decidir que hacíamos con los precios cuando la subida del IVA, bastaron dos segundos para darnos cuenta que no teníamos capacidad para asumirla. 

Tampoco nos llevó nada decidir cómo íbamos a afrontar los próximos años, fue juntarnos, hablarlo y tenemos claro que ahora mismo no hay lugar para grandes cosas, se trata de mantener el personal que tenemos, tratar de garantizar los puestos de trabajo y por eso trabajamos. Ahora mismo el reto es ese. 

Pero el cómo llegamos aquí creo que es posible, una vez más, si nos planteamos entender la clínica como una empresa, y entonces analizar punto por punto qué podemos hacer, y qué no podemos hacer. Si me empeño en comprar un aparato porque me encanta, pero es de dudosa rentabilidad, ese dinero hay que dedicarlo a otras cosas. 

¿Qué les dirías a muchos de nuestros colegas de profesión que piensan que no es posible hacer medicina veterinaria de calidad en provincias, que un proyecto como ABROS fuera de las grandes ciudades o zonas turísticas es ciencia ficción?

Yo diría que hay la misma cultura de cuidados del animal de compañía, pero en menor proporción. Esto hay que asumirlo y ya está, al final hablamos de porcentaje de clientes, yo no sé si tenemos un cincuenta, un cuarenta, un sesenta o un ochenta que están preocupados por sus mascotas, pero los que están,  están ahí  y con ellos tenemos que trabajar. 

Y nunca dejar de buscar oportunidades. Te pongo un ejemplo: nosotros, hace ahora 10 años, diagnosticamos el primer caso de Leishmania en Ourense; cinco, seis y siete años después aun había compañeros de la provincia que seguían diciendo que no había Leishmania en la provincia y que eso era un cuento que nos habíamos inventado. Nosotros llevamos ocho años haciendo prevención de Leishmania y el año pasado pusimos gran cantidad de vacunas porque teníamos muchos clientes que durante años habían hecho sus análisis de detección de anticuerpos y estaban preocupados, simplemente hubo que llamarlos para decirles que ya había disponible una vacuna. Si no hubiéramos hecho ese trabajo en el pasado no hubiéramos puesto las vacunas de Leishmania que pusimos. Si lo trabajas poco a poco, consciencias y educas al propietario, acabarán entendiendo y haciendo lo que tú les recomiendes. 

¿Cuáles son las claves, en tu opinión, para progresar en el momento actual? 

Creo que la primera es no hacer cambios bruscos, ya que tenemos mucho menos margen de error que antes. Si hace tres años te lanzas en un proyecto y te equivocas, posiblemente pierdes dinero pero eso no va a comprometer la viabilidad de la empresa. Hoy es posible que si te equivocas en algún proyecto que implique inversión, comprometes la viabilidad del negocio. Eso no quiere decir que no haya que hacer nada, porque si te quedas quieto también te vas al hoyo. 

Hay que lanzar nuevos proyectos, nuevas ideas, quedándonos a expectativa “a ver que pasa” nadie va a venir a arreglar nuestra casa. Hay que poner a funcionar la cabeza, hablar con tu gente -que muchas veces conocen mejor que tu lo que demanda el cliente- y sacar proyectos adelante, alguno saldrá bien y otro saldrá mal. Mi recomendación es hacerlo poquito a poco, asegurarte, meditarlo y razonarlo mucho más de lo que lo hubieras hecho hace dos o tres años.

 ¿Algún consejo para los que no saben hacia donde dirigir sus pasos? 

Observar a tu alrededor y ver lo que ya está funcionando en otros sitios, ahí ya tienes una buena prueba de lo que es posible. La medicina preventiva es un buen ejemplo. 

Muchas gracias Héctor por tus generosas aportaciones.

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Sobre sueldos y empleados

Aunque el título así lo sugiera, no tengo la menor intención de escribir sobre los “bárcenas” y demás ralea que a modo de azotes bíblicos sacuden los cimientos de nuestra sociedad. 

De los efectos colaterales provocados por el cúmulo de despropósitos perpetrados en los últimos lustros, probablemente ninguno tan dramático como el desempleo.

Trabajo hay mucho pero el empleo es escaso. Sometidos a la implacable ley de la oferta y la demanda, los salarios en muchos sectores de la economía están retrocediendo a niveles de la época de la peseta. Ayer un “mileurista” era poco menos que un paria, hoy un “mileurista” es casi un privilegiado. 

Algunos empresarios –quizás muchos-, abusan y aprovechan la corriente. Otros recurren a la bajada de sueldos para asegurar la supervivencia.

Mal pagar a tus colaboradores en tiempos de bonanza es injusto e innoble. Mantener salarios cuando la actividad decrece, entran menos clientes y los que entran se dejan menos dinero (¿le suena esto a alguien?), puede resultar suicida. También queda la opción de prescindir de puestos de trabajo, adecuando la estructura de personal al nuevo nivel de ingresos. 

Ni lo uno ni lo otro. Abogo por empezar a concienciar –tanto empresarios como empleados-, que la única alternativa viable (y probablemente la más justa) es pagar en base a la productividad de los equipos. Nada nuevo, pero en nuestro sector es práctica muy poco habitual. 

A partir de un suelo salarial digno, existen mecanismos sencillos y al alcance de todos para medir lo que cada trabajador aporta a la empresa. Hay múltiples maneras de medir la productividad: por facturación, por rentabilidad, por venta de servicios estratégicos, por satisfacción del cliente, etc. 

Cualquiera de estos indicadores, cuidadosamente elegidos y medidos, son consecuencia del desempeño diario de todos y cada uno de los miembros del equipo. 

¿Hay algún empresario que no esté encantado de pagar más a sus colaboradores cuanto más produzcan? 

 

imagen:noticias.universia.es

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Una cuestión de confianza

El liderazgo como desempeño es tarea bien sencilla: tan sólo consiste en conseguir que la gente haga una serie de cosas. Lo que lo hace difícil es la complejidad de la esencia humana. 

Si no hay personas no hay negocio. Las familias, los equipos, las comunidades, los negocios que funcionan, todos tienen que ver con relaciones humanas que funcionan. 

           La gran virtud del líder es el arte de construir relaciones que funcionan 

Siempre se trata de un problema de relaciones, y cuál es el ingrediente más importante para que la relación funcione: la CONFIANZA, sin ella es imposible una buena relación. 

¿Y cómo ganar la confianza de nuestros colaboradores? 

  •  El eje sobre el que pivota la esencia del nuevo liderazgo es categórico: el trabajador deja de ser un medio (un recurso) para conseguir resultados y debe empezar a ser considerado un fin en sí mismo. 
  • Una cultura de empresa que genere miedo al riesgo entres sus gentes nunca puede motivarles para que saquen lo mejor que hay en su interior, porque la ansiedad ante el posible fracaso paralizará los recursos que de otra manera se hubieran puesto en marcha. Se trata de fomentar el “haz diferente, aunque aciertes”. 
  •  En estos momentos de incertidumbre, la verdadera motivación, implicación y compromiso va a depender en gran medida del apoyo que sintamos que los demás nos están brindando. No hay apoyo más eficaz, rotundo y contundente que lograr que tus colaboradores perciban que pones sus intereses por delante de los tuyos.

 

imagen:inteligenciaexitossa-blogs.post.com

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Aportar valor

Decíamos recientemente que la existencia, viabilidad y prosperidad de un negocio depende del valor único que sea capaz de aportar a una clientela que esté dispuesta a pagar por ello. 

Cuando hablamos de aportar valor:

¿Tenemos claro qué entiende el cliente por valor? 

 

El valor que nosotros creemos aportar ¿lo percibe el cliente como tal?

El valor que defendemos ¿lo estamos comunicando con insistencia?

¿Qué haces para que el cliente perciba que el valor que recibe compensa el precio que paga por ello? 

El concepto de valor es tan complejo y subjetivo que tan sólo el cliente lo puede precisar. Y esto pasa por conocer sus necesidades, no hay otro camino. 

¿Te has preguntado alguna vez qué necesidades tiene tu cliente que no sean satisfechas en forma adecuada por los productos y los servicios que le ofreces en la actualidad? 

La habilidad para encontrar respuesta a todas estas preguntas y adelantarse a la competencia, significará liderar un mercado o (de lo contrario) ir a rebufo del ritmo que marquen otros. 

 Imagen:bodig.blogspot.com

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Clínicas Low Cost

Reina en el sector una preocupación cada vez mayor acerca del futuro de las clínicas veterinarias tradicionales. Un mercado excesivamente atomizado empieza –todavía muy tímidamente- a dar signos de decantarse hacia los grandes hospitales con sus pequeñas clínicas o consultorios satélites, las cadenas de franquicias y las recientemente aparecidas -y parece que en progresión- clínicas low cost

Son estas últimas las que mayor pavor están causando entre nuestros colegas clínicos. 

Competir en precio es legítimo, pero hace falta una estrategia sin titubeos, un minucioso análisis de costes, procesos optimizados al milímetro y una amplia masa de clientes que lo soporten. 

Competir en precio es una guerra en la cual sólo es sensato entrar si estás seguro de ganarla. Cuando compites en costes no vale con ser el segundo ni el tercero, no hay pódium, si no ganas estás muerto. 

A mi modesto entender, la aparición y proliferación de centros veterinarios low cost tan sólo pone en evidencia la oportunidad de enfocar nuestro negocio hacia centros veterinarios high cost

¿En qué baso esta afirmación? Se nos está olvidando algo que, a mi juicio, es de crucial importancia: nuestro negocio no es vacunar, medicar u operar –esto puede que sea nuestro trabajo-, nuestro negocio son las emociones que comparten nuestros clientes con sus mascotas. Por tanto, comparar la evolución y futuro de nuestro sector con el de los supermercados, las ópticas o las clínicas dentales, seguro que nos lleva a equívoco. 

Es cierto que abrazar este nuevo enfoque de negocio implicar asumir que nuestro universo de clientes se reduce sensiblemente, pero ¿cuánto? 

Las conversaciones entre colegas y los foros virtuales rezuman pesimismo y desazón, pero igual nos ayudan a sacar alguna conclusión: 

–  «A los clientes sólo les importa el precio”. Puede que sea cierto, pero ¿Cuántos? ¿El 10, el 20, el 30% de todos tus clientes?

–  “Los clientes no valoran la calidad de atención y servicio que les damos”. Puede que sea cierto, pero ¿Cuántos? ¿El 10, el 20, el 30% de todos tus clientes?

–  “Si abren un clínica low cost en mi barrio me quedo sin clientes”. Puede que sea cierto, pero ¿Cuántos? ¿El 10, el 20, el 30% o el 100% de tus clientes? 

Me atrevo a aventurar que en el peor de los casos queda un 70% de clientes que a buen seguro si valoran la calidad del servicio que le damos, para quien el precio no es lo más importante y que no se irían a la competencia por ahorrarse unos euros. 

No debemos nunca olvidar que la calidad de un cliente no la determina su cartera, sino la relación y vínculo afectivo que mantiene con su mascota. Nuestro buen cliente no es el que pregunta el precio antes de venir, sino aquél al que se le encoge el corazón cuando deja su mascota hospitalizada o no puede reprimir las lágrimas cuando le anunciamos una mala noticia referente a la salud de su animal. 

Para los que todavía no han sido capaces de desprenderse de la losa de la “crisis” ni en pensamiento, ni en palabra, ni en obra, les invito a cuestionarse: 

 ¿Cuántos de tus clientes han perdido su trabajo? ¿El 10, 20, 30%?

– ¿Cuántos de tus clientes han visto mermado su poder adquisitivo? ¿El 10, 20, 30%?

-¿Cuántos de tus clientes carecen de vínculo afectivo importante con su mascota ¿El 10, 20, 30%? 

70% siguen siendo un buen número de clientes con los que se pueden hacer muchas cosas –más y mejores de las que se hacían antes y a un precio más elevado-. 

Es una cuestión de magnitudes; si el centro es relativamente joven y el fichero de clientes reducido, que duda cabe que el reto es de proporciones mayúsculas. 

Si contamos con una masa sólida de clientes, aun nos quedan –puede que en el peor de los casos- un 70% de ellos que no dejarían su mascota en manos de una clínica low cost y que estarían orgullosos de confiar algo tan preciado –y de lo que depende una buena parte de su calidad de vida- en manos de profesionales high cost.

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