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¿Qué no quiero ser?

Cada uno de nosotros tuvo una razón por la que decidió ser veterinario, agrónomo o auxiliar de clínica. 

Algunos vieron claro que su destino era la función pública y prepararon unas oposiciones. 

Otros decidieron desarrollar su vocación dejando el “formato” laboral al albur de las circunstancias: trabajando por cuenta ajena, como autónomos o convirtiéndose en empresarios. El post de la semana se lo dedico a estos últimos. 

Nuestra profesión tiene un fuerte componente vocacional, por lo que un centro veterinario, o una explotación ganadera, suele ser el resultado de un sueño. Pero cuando soñábamos con dedicar nuestra vida a velar por la salud y el bienestar de los animales, seguramente por nuestra cabeza no pasaba la responsabilidad de ser empresario, tener empleados y pagar las nóminas todos los meses. Esto es algo con lo que, en la mayoría de los casos, nos hemos encontrado: una consecuencia. 

Una clínica veterinaria, o una granja, es una empresa con proveedores, empleados, clientes y, por supuesto, una cuenta de resultados. Actividades, muchas de ellas, para las que no fuimos preparados. 

Si el desempeño de nuestro trabajo implica la ejecución de tareas que nos desagradan, bien por propia idiosincrasia o porque no estamos debidamente formados, difícilmente vamos a generar un entorno pleno de vitalidad, energía y entusiasmo necesarios -yo recalcaría, imprescindibles- para garantizar un buen resultado empresarial. 

Las quejas por lo complicado que se hace la gestión, el hastío por la falta de actitud y compromiso de los colaboradores, el estrés por el exceso de trabajo y la incapacidad para delegar, son inequívocas consecuencias de que algo no estamos haciendo bien. 

De pequeños nos preguntaban qué queríamos ser, y algunos incluso acertaron. Ahora cabe preguntarse: de todo lo que soy, ¿qué no quiero ser? y ¿cuánto me separa de lo que yo realmente quiero ser? 

Las funciones y responsabilidades inherentes a la gestión de un negocio con un equipo de personas no se pueden ignorar, máxime cuando las cuentas de resultados de muchas empresas están hoy en día sobre la difusa línea que separa las pérdidas de las ganancias. Ha llegado el momento, para muchos, de tomar la decisión: o me formo o busco a otros que lo hagan por mi. 

Hasta ahora puede que no fuera estrictamente necesario porque “ya nos iba bien”, pero en el escenario actual, la falta de toma de conciencia sobre aquello que puede salvar nuestro negocio resulta suicida. 

No tenemos por qué hacer lo que no nos gusta, siempre y cuando otros lo puedan hacer por nosotros, pero, a menudo, profundizar en el conocimiento de lo que antes nos resultaba poco atractivo depara agradables sorpresas. Sobre todo, cuando empezamos a ver su impacto en los resultados. 

“Si no te diviertes haciendo lo que haces es porque, quizás, no haces lo que deberías”

 

 imagen:missampu.blogspot.com

 

 

 

 

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Dr. Google

No somos los únicos. Un reciente estudio publicado por Banfield Pet Hospital, empresa que aglutina 800 hospitales veterinarios a lo largo de Estados Unidos, refleja una creciente preocupación por la bajada de visitas a los centros, lo que está repercutiendo en un deterioro de la salud y bienestar de las mascotas. Las causas atribuidas son: recesión económica, internet como principal fuente de consulta y el cambio de percepción del propietario sobre los cuidados veterinarios. Me llama particularmente la atención esta última.

Resulta sorprendente que hoy, cuando la tenencia de animales está más popularizada que nunca, hay más publicaciones sobre mascotas que nunca y más programas de televisión con colegas como protagonistas que nunca, tan sólo el 36% de los dueños de perros y el 28% de los dueños de gatos estén dispuestos a llevar a su animal al veterinario en caso de enfermedad. 

Desconozco si estos datos pueden ser extrapolables a nuestro país. Poco importa, pero me temo que no deben ser muy diferentes. 

La lectura que debemos sacar de estudios como el citado, es la oportunidad que esta constatación representa para nuestra profesión: en términos de potencial de crecimiento y como acicate para replantearnos un cambio de estrategia en lo que hasta ahora ha sido el enfoque tradicional de nuestro negocio. 

No me canso de repetir en mis ponencias y seminarios, que el cliente no va a darnos un solo euro si no le resolvemos un problema o le satisfacemos una necesidad. Si algo busca un cliente cuando entra por la puerta de nuestro centro es información. ¿Por qué Google se ha convertido en la primera fuente de consulta? ¿Qué busca el propietario cuando teclea en su buscador? 

El propietario que ama a su animal quiere –y necesita- escuchar al veterinario y, no lo olvidemos, está dispuesto a pagar por ello. A diferencia de la información que encuentra en internet o en publicaciones especializadas, nadie como nosotros puede comunicar el valor de un seguimiento periódico, la seguridad de una medicina preventiva y, además, conectarlo con la emoción que comparte con su mascota. Ni la pantalla del ordenador, ni el papel de la revista pueden inducir la confianza que transmitimos con nuestra mirada, nuestro afecto y la cálida atención que brindamos a nuestro cliente. ¡Hagámoslo valer! 

Educar es clave, educar es inversión. Nuestro mensaje, nuestra información, nuestros consejos se adaptan al cliente, al que conocemos y sentimos, y la emoción que compartimos en nuestro espacio de relación Google nunca la podrá suplir. 

Ahora bien, sería un gran error ver internet como una competencia -si así lo hacemos la batalla está perdida de antemano-; plantéatelo como una herramienta, un aliado, el cual, a través de nuestra web y las redes sociales, nos puede ayudar a traer clientes a nuestro centro. 

Lectura recomendada: http://www.psi-inc.net/2012/09/12/competing-with-dr-google/

 

Imagen:tvyumuri.icrt.cv

 

 

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El valor del dinero

Desconozco lo que llevó a Antonio Machado a escribir la lapidaria frase: “Todo necio confunde valor y precio”. En cualquier caso, las palabras del eximio poeta no pueden estar de mayor actualidad. 

Nos quejamos amargamente de las dificultades que encontramos para que los clientes aprecien el verdadero valor de nuestro trabajo, y no se escandalicen al recibir el presupuesto de una cirugía, o no se extrañen porque cobramos una consulta de revisión. 

Si cuando nuestro propio cliente inunda a su vecino del piso abajo y no se sorprende –y paga- por la minuta de un fontanero; si ese mismo cliente, cuando pierde las llaves de su casa, no se sorprende –y paga- por la factura de un cerrajero de urgencias, yo me pregunto: ¿qué hemos hecho mal?, o mejor ¿qué no hemos hecho bien los veterinarios? 

No me cabe duda que el fontanero y el cerrajero conocen bien su negocio; y digo su negocio y no su trabajo. El negocio no lo define la tarea que desempeñan (arreglar la fuga de una tubería o abrir una cerradura), sino las obvias consecuencias que su intervención tiene para el cliente; y aquí precisamente radica el valor de su trabajo. 

En nuestro caso, ¿tenemos claro cuál es nuestro negocio?,  ¿conocemos qué busca realmente el cliente cuando entra en nuestro centro veterinario?, ¿sabemos venderle las consecuencias de nuestro trabajo? 

El pasado año, una prestigiosa consultora en el mundo del marketing publicaba un estudio en el que aseguraba que tan sólo una de cada cinco marcas impactan de manera significativa en la calidad de vida de sus clientes. 

Se me ocurre preguntar: ¿Nos hemos propuesto alguna vez impactar significativamente en la calidad de vida de nuestros clientes? ¿Podríamos hacerlo? 

Invito a un sencillo test de auto-evaluación que nos ayudará a determinar si estamos en condiciones de impactar significativamente en la calidad de vida de nuestros queridos propietarios de mascotas: 

  • ¿Podemos conocer las verdaderas necesidades de nuestros clientes?
  • ¿Podemos explicarles con claridad las consecuencias de los servicios que ofrecemos?
  • ¿Podemos conectar estas consecuencias con las necesidades que la mascota satisface?
  • ¿Podemos mostrar interés por lo que para ellos es verdaderamente importante?
  • ¿Podemos superar sus expectativas?
  • ¿Podemos sorprender a través de lo que les hacemos ver, oír y sentir?
  • ¿Podemos emocionarles?
  • ¿Podemos prometer y cumplir nuestras promesas?
  • ¿Podemos contribuir a su bienestar y calidad de vida a través de su mascota? 

Puede que la respuesta afirmativa a estas nueve preguntas no sea posible en algunos casos. Pero si estamos en disposición de lograr el pleno al 9 en un porcentaje significativo de nuestra clientela, tenemos el suficiente PODER para maximizar la percepción de valor del dinero que cobramos por nuestros servicios.

 

imagen:tecnoculto.com

 

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El gimnasio

Elegimos voluntariamente el ejercicio físico al hacer deporte. Todo entrenamiento entraña un objetivo: ganar una competición, mejorar una marca o estar en buena forma. Cuando vamos al gimnasio o salimos a correr, aceptamos de antemano una determinada dosis de sufrimiento. Lo damos por bueno, ya que es el precio a pagar para alcanzar un estado físico que conlleva salud y bienestar. Tenemos plenamente aceptado y asumido la igualdad: 

       “sacrificio +  esfuerzo = salud + bienestar” 

¿Por qué no adoptamos la misma actitud ante las dificultades, problemas y reveses que con excesiva opulencia nos trae el día a día? 

¿Por qué no aceptamos lo inevitable de lo que acontece como la pesa que nos va ayudar, con sacrificio, sudor, y a menudo lágrimas de rabia, a aprender, a hacernos más fuertes, con más recursos y más sabios, para hacer frente y salir airosos ante cualquier adversidad? 

¿Verdad que cuando vamos al gimnasio no nos enfadamos con la pesa y la tiramos lejos? ¿Por qué, entonces, nos rebelamos ante los problemas, cuando cualquier contratiempo puede ser una magnífica pesa que la vida ofrece para desarrollar nuestras habilidades? 

Y no solamente habilidades. Nuestro espíritu se forja ante la adversidad. La generaciones que a lo largo de la Historia mayores avatares han sufrido, una vez superado las adversidades, han sido artífices de grandes logros. 

Nadie busca sufrimientos ni tribulaciones, pero cuando la adversidad parece inevitable, conviértela en tu aliado.

 

 

 

 

Imagen:gqmg.com.mx

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El poder

PODER es una palabra que no suena bien, tiene cierta mala fama y, según cuándo y cómo se diga, desprende una connotación peyorativa. 

Sin embargo, el poder es la fuerza que mueve el mundo, y siempre ha sido así a lo largo de la Historia. El poder forma parte de lo cotidiano, está presente en nuestras vidas y es un concepto del cual no nos podemos abstraer: en la familia, en el trabajo, en la sociedad, en la economía, etc. 

Cada persona tiene su particular relación con el poder: hay quien lo ambiciona, quien lo rechaza y quien lo teme. Independientemente de las sensibilidades y emociones que el término induce, ¿te has planteado alguna vez cuánto has dejado de conseguir en la vida por falta de poder? 

Sacar adelante un proyecto es poder.

Implicar a los colaboradores con entusiasmo en tu proyecto de empresa es poder.

Convencer a un cliente para que acepte el servicio que le ofreces es poder.

Que te aprueben un crédito en el banco es poder.

Conseguir que se acepte tu propuesta en el Colegio o Asociación profesional de la que formas parte es poder. 

Y poder no es necesariamente sinónimo de fuerza o de dinero. Hoy, más que nunca, el poder reside en la capacidad para influir en las decisiones de los demás: las marcas para que compremos, los líderes para que opinemos, los políticos para que les votemos, los empresarios para que alcancemos resultados… 

Como profesionales, como empresarios, nuestro fin no es otro que dejar huella, y para ello hace falta poder. Hacer negocios es cambiar la opinión de los demás, tanto colaboradores como clientes, sobre lo que se puede hacer. 

La base del poder, su esencia, no es ni la fuerza ni el dinero, sino la capacidad de influir sobre los otros y sus decisiones. Nuestro éxito como padres, como profesionales, como empresarios, en nuestras relaciones, etc., dependerá de cómo seamos capaces de persuadir a los demás y a nosotros mismos. 

Nadie que consiga algo que merece la pena ha carecido de poder. 

Desarrollar nuestro poder personal requiere de dos habilidades fundamentales: 

–   Identificar las barreras que nos dificultan progresar hacia los objetivos que nos hemos   marcado

–   Aprender a desafiar la autolimitaciones que impiden liberar todo nuestro potencial para superarlas 

El poder está en tus manos, y como cualquier habilidad, no esperes a que te lo den ¡Aprehéndelo!

 

Imagen:walnuters.com

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Un hospital «público» veterinario

Con asombro leo en internet un artículo sobre la inauguración de un hospital público veterinario para atender a las mascotas de ciudadanos con bajos recursos en la ciudad brasileña de Sao Paulo. 

La noticia está abierta a la polémica por todos sus frentes. Por señalar algunos: puede resultar paradójico tal iniciativa (destinar recursos públicos a velar por la salud de las mascotas) en un país en el que, a pesar de su empuje y espectacular crecimiento y desarrollo, la desigualdad social se hace evidente dándose la mano opulencia y pobreza extrema a escasas cuadras de distancia, y donde la sanidad pública es aun deficiente; por otro lado, los recelos que la irrupción de los servicios públicos, en un negocio tradicionalmente privado, pueden despertar en los profesionales que se dedican a la clínica libre. 

Pero no es mi objetivo poner el foco en la controversia social o política por destinar recursos públicos a cuidar del animal de compañía habiendo aun necesidades higiénicas y sanitarias por cubrir en las populosas favelas alrededor de las grandes urbes brasileñas. Ni tampoco polemizar sobre una supuesta competencia desleal que supondrían servicios gratuitos financiados por todos frente a iniciativas empresariales privadas. 

Son los argumentos esgrimidos por la municipalidad para justificar tal iniciativa: bienestar animal, aliviar la angustia de personas para las cuales sus mascotas son la única fuente de afecto y velar por la salud pública previniendo la transmisión de enfermedades. 

Los colegas que me siguen saben que hay un tema que me apasiona y recurrente en mis escritos: la dicotomía “necesidad / lujo” a la hora de considerar la tenencia de animales de compañía, y cuyo concepto determina el planteamiento y enfoque de nuestro negocio. 

No puedo estar más de acuerdo con los argumentos que defienden la creación del hospital público veterinario brasileño, los cuales confirman mi férrea posición favorable a considerar la mascota como una necesidad directamente ligada a la calidad de vida de las personas. 

Celebro la noticia y espero que ayude a ganar adeptos (por el bien de la sociedad y de nuestro negocio) a favor de la mascota como satisfactor de necesidades básicas del ser humano. Huelga decir que nosotros, los veterinarios, jugamos un papel crucial, contribuyendo directamente a hacer que la necesidad que la mascota satisface sea perdurable. 

Comparto plenamente la opinión del colega brasileño Director del Hospital saliendo al paso de quienes polemizan sobre el uso de recursos públicos en tales menesteres: “Curar a esos animales domésticos de familias pobres es en realidad también curar a sus dueños” 

Me gustaría resaltar que, independientemente de los desequilibrios que como sociedad aun afronta Brasil, resulta ejemplar que la defensa de los animales (“el respeto a la vida, la libertad corporal y la integridad física de los animales, prohibiendo prácticas que los pongan en riesgo o provoquen su extinción”) figure en la Constitución del Estado, en contraste con un país como el nuestro en el que algunos maltratos animales siguen institucionalizados. 

Un ejemplo a seguir. 

http://blogs.elpais.com/vientos-de-brasil/2012/08/primer-hospital-en-brasil-para-animales-pobres.html

 

imagen:acoteama.blogia.com

 

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¿Hasta cuándo?

De las múltiples polémicas y discusiones surgidas estos días a raíz de la anunciada subida del tipo de IVA para el 1 de septiembre, algunos colegas derivan la siguiente y amarga conclusión: ¿Qué estamos haciendo como colectivo profesional para defender nuestros intereses? 

A partir de esta pregunta se desencadenan muchas otras que forman parte, de manera habitual, del imaginario de nuestro colectivo profesional y que se traducen en conversaciones con compañeros, reflexiones cotidianas o artículos en foros y publicaciones. 

Como entiendo que urge poner luz a tanto interrogante, quiero aportar mi modesta  contribución con el objeto de sensibilizar al mayor número de colegas como paso previo a la acción, requisito éste ineludible para provocar el cambio. 

Muy probablemente todos y cada uno de nosotros tengamos ya respuestas al decálogo de preguntas que formulo a continuación; y muy probablemente, en la inmensa mayoría de nosotros, esas respuestas sean las mismas. 

¿Qué nos hace falta para constituir, de una vez por todas, un colectivo profesional unido y verdaderamente capaz de hacer un frente común para defender nuestro pan? 

¿Qué nos hace falta para que las instituciones que nos representan tengan el suficiente peso específico y poder político para influir en la decisiones de la Administración? 

¿Qué nos hace falta para que las instituciones que nos representan tengan la misma fuerza que otros colectivos cuyo poder fáctico se hace evidente en nuestra sociedad (médicos, farmacéuticos..)? 

¿Qué nos hace falta para tomar conciencia de que nuestra labor es de crucial importancia para contribuir al bienestar y calidad de vida de la sociedad? 

¿Qué nos hace falta para darnos cuenta de que bajar el precio de nuestros servicios no es una herramienta para competir, sino para desprestigiar la profesión y perjudicar la rentabilidad de nuestro negocio? 

¿Qué nos hace falta para darnos cuenta de que el valor que aportamos a nuestros clientes (y por tanto a la sociedad) está muy por encima del precio que cobramos por ello? 

¿Qué nos hace falta para darnos cuenta de que, como propietarios o titulares de un centro, somos por encima de todo empresarios? 

¿Qué nos hace falta para darnos cuenta de que necesitamos verdaderos líderes, con carisma y capacidad de influencia, a quienes hemos de apoyar sin fisuras superando egos personales, para representar y defender los intereses que ahora se ven amenazados? 

¿Qué nos hace falta para darnos cuenta de que sólo nosotros podremos contribuir a dar prestigio a nuestra profesión y sólo nosotros, mediante la unión, tendremos la fuerza necesaria para resolver los muchos problemas que nos desafían? 

¿Hasta cuando vamos a seguir sin ver aquello que nos hace tanta falta?  

 

imagen:9desorden.blogspot.com

 

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Lo que otros nunca podrán hacer

Hay nerviosismo. El revuelo generado tras el anuncio del incremento del tipo de IVA desde un 8% a un 21%, que según la última reforma anunciada por el gobierno le correspondería a los servicios veterinarios (no destinados a explotaciones ganaderas), ha disparado todas las alarmas. 

Independientemente de lo que las instituciones que nos representan puedan hacer por defender los intereses de la profesión veterinaria, ahora, más que nunca, hay que poner acento en aquello que nos diferencia. 

Si la amenaza se confirma, es cierto que supone para el cliente un incremento más que notable del precio que ha de pagar por nuestros servicios. Por otro lado, la nueva tributación ofrece una ventaja competitiva a otros estamentos (farmacias y comerciales veterinarias) a la hora de vender productos veterinarios (medicamentos básicamente). 

Pero nuestro negocio no es la venta de servicios y productos veterinarios; nosotros vendemos las consecuencias que para el animal y su propietario tienen los servicios y productos que ponemos a su disposición. Toda aportación de beneficio, sumada a la satisfacción de una necesidad, genera una recompensa: aquí es donde hemos de poner el foco. 

Defender el incremento del precio de nuestros servicios nos resultará fácil en la medida en que seamos capaces de activar el sistema cerebral de recompensa del cliente. 

Nuestra gran baza son los mecanismos de percepción de valor del consumidor, los cuales están determinados mayormente por elementos irracionales, siendo el componente emocional (no consciente) lo que a la postre determina dicha percepción. 

Tenemos el enorme privilegio de jugar en un negocio en el cual, el vínculo emocional del cliente con su mascota constituye, en una muy elevada proporción, el filtro a través del cual se percibe el precio. 

Esto hace que, a la hora de argumentar el valor de lo que aportamos, debamos centrar el mensaje relacionando los beneficios ligados al servicio ofrecido con el placer, el bienestar y las emociones de las que la mascota forma parte. 

Son las emociones las que mayor impacto tienen en la percepción del valor de un servicio (la percepción de un precio como caro o barato está siempre determinada por la interacción razón-emoción). Esto explica que cuando hay un plus emocional, el sacrificio pecuniario pasa a un segundo término. 

En cuanto al segundo aspecto que preocupa a algunos colegas, recordemos que desde hace tiempo la ley no nos permite vender medicamentos, tan sólo facturar por su aplicación. Si se confirma que los servicios veterinarios destinados al animal de compañía tributarán un 21% (el Real Decreto 20/2012 precisa un tipo impositivo del 10% para servicios veterinarios “en beneficio de explotaciones ganaderas”), la opción es clara: “regalar” los medicamentos de nuestro botiquín y cobrar al cliente (en concepto de servicio) por nuestro diagnóstico, consejo, asesoramiento, información y, sobre todo, por las consecuencias y beneficios que le aportamos. Huelga decir que a la hora de calcular el precio de nuestra factura, debe incluirse el coste del medicamento más los honorarios que estimemos adecuados por el VALOR que le estamos aportando al cliente. 

Y en esto ¿quién nos puede hacer competencia? Nosotros podemos regalar el medicamento, otros no lo pueden hacer.  

Lecturas recomendadas: 

LA SUBIDA DEL IVA, ¿UNA AMENAZA QUE PUEDE SER UNA OPORTUNIDAD?, escrito por nuestro colega Enrique Barreneche

http://gestionveterinaria.blogspot.com.es/2012/07/la-subida-del-iva-una-amenaza-que-puede.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed:+GestinVeterinaria+(Gestión+Veterinaria

¿CÓMO DEFENDER EL PRECIO DE NUESTROS SERVICIOS?, mi último artículo en PV ARGOS

http://argos.portalveterinaria.com/noticia/8345/GESTIÓN-Y-MARKETING/defender-precio-nuestros-servicios.html

 

 Imagen:tienda.sagesp.com

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Entrevista a Andrés Sánchez. Presidente de AMVAC

Este mes, en nuestra sección Historias de Éxito, entrevistamos a Andrés Sánchez, veterinario clínico apasionado de su profesión, prestigioso cirujano traumatólogo, formado en afamados centros de referencia de Europa y Estados Unidos, con más de 20 años de experiencia a sus espaldas y desde el pasado noviembre nuevo presidente de la Asociación madrileña de veterinarios especialistas en animales de compañía (AMVAC).  

¿Qué es para ti el éxito Andrés, como lo concibes? 

Éxito es ver cumplidas todas tus aspiraciones programadas previamente y basadas en un trabajo desarrollado en base a unos patrones que tú te hayas marcado en la vida. Éxito es alcanzar una plena sensación de satisfacción.

¿Cuál es tu misión dentro de esta etapa profesional ligada a la presidencia de AMVAC? 

Realmente no tengo muchas cosas que cambiar, creo que el rumbo de AMVAC  es bueno, se han conseguido mucho cosas en los últimos años. Mi deseo es poder contribuir a situar al veterinario clínico español en el sitio que le corresponde en Europa. 

En estos 23  años de ejercicio ¿Cuál sería el granito de arena que tu consideras haber aportado a la profesión? 

Quizás, por haber tenido la oportunidad de haber viajado bastante y trabajar en el extranjero, he podido conocer y tener acceso a tecnologías, antes solamente asequibles a unos cuantos, importarlas y ponerlas en marcha aquí en España, contribuyendo al progreso de nuestra profesión. 

¿A qué has tenido que renunciar para alcanzar el éxito en tu profesión? 

Ha habido momentos en los que mi vida personal se ha resentido mucho. La sobrecarga tremenda de trabajo, la ilusión, la emoción, hacen que no te des cuenta, pero cuando echas una mirada en retrospectiva ves que hay muchas cosas que has dejado. Creo que si volviera a nacer lo volvería a hacer igual, pero si es cierto que he renunciado a cosas sobre todo en el ámbito personal. 

En los momentos más duros de tu carrera, ¿qué te decías en tu cabeza, cuál era el mensaje que se repetía constantemente? 

Marcarme una luz en el frente y seguir trabajando, haciendo las cosas según los patrones que nos habíamos marcado, y, sobre todo,  perseverar; al final ves cómo las cosas van sucediendo como tu deseas. 

¿Qué consideras que te han enseñado tus errores? 

Muchísimo, muchísimo. Tuve un profesor que siempre me decía “Cuando las cosas van mal en el quirófano sueles buscar culpables, miras a tu alrededor: ayudantes, anestesista… pero como no sueles tener mucho tiempo, vete al espejo y mírate, porque ahí estás tu”. 

Esta experiencia me marcó mucho. Siempre he sido muy autocrítico con mi trabajo y me he sentido el máximo responsable, soy muy perfeccionista y tengo tendencia a hacer las cosas lo mejor posible para no arrepentirme después.  Reconozco que es verdad, con los errores aprendemos muchísimo más que con otras cosas. 

Si te pregunto de quién has aprendido más ¿tendrías a alguien es en tu cabeza? 

Hay varias personas que han marcado mi vida profesional. Aquí en España hay un colega que me ha influido mucho, pero no solamente por lo que me ha aportado desde el punto de vista técnico, sino porque me ha enseñado a pensar y eso es muy importante, me ha enseñado a aprender y sobre todo a no echar la culpa a los demás cuando las cosas nos salen como a ti te gustaría.

En EE.UU tuve otro maestro que  ayudó a marcar mi camino. Entre ellos dos me han proyectado a buscar información, a llamar a puertas con el objetivo de aprender. Siempre me han atendido con amabilidad y cariño y esa ha sido yo creo la clave, el no pararme nunca ante una puerta grande me ha permitido contactar con gente muy buena y esto me ha cambiado muchas veces la vida. Esta actitud se la debo a mis dos maestros y mentores.  

 ¿Cuál crees que, en estos momentos, está siendo la contribución más importante de nuestra profesión a la sociedad como clínicos veterinarios? 

Al estar dentro del ámbito médico aportamos. por encima de todo,  salud y bienestar a las personas. Cada día más la gente convive muy próxima a sus mascotas: perros, gatos, y ahora algunos animales exóticos como hurones que están empezando a coger mayor protagonismo. Viven con nosotros, en muchos casos en nuestras propias camas, en nuestros propios sillones, los tenemos a un centímetro de nuestra boca, de nuestra nariz, de nuestros ojos. 

Velar por la salud de los animales de compañía es al final aportar salud a nuestra sociedad. 

Por otra parte, al poder ofrecer soluciones, tanto médicas como quirúrgicas de alto nivel, a estos seres que constituyen un miembro más de la familia, que aportan compañía, ayudan en la educación de los hijos, comparten cariño, etc., estamos contribuyendo a mejorar el bienestar y calidad de vida de nuestra sociedad. 

En nuestro país, tradicionalmente, nos quejamos del poco prestigio que tiene la profesión veterinaria.  En tu opinión ¿Qué podríamos hacer como colectivo para influir más en la sociedad, para tener más peso, más reconocimiento y más prestigio?  ¿Qué peldaño nos falta por subir? 

Efectivamente yo creo que este es el caballo de batalla. Cuando sales fuera te das cuenta, si comparas entre un veterinario de Suiza, estadounidense, canadiense o español, que la gran diferencia está sobre todo en la formación. Las universidades han dado una formación  mediocre o pobre aquí en España y esto hace que desde el punto de vista profesional hayamos estado siempre muy limitados. 

Afortunadamente, hay un grupo contado de profesionales que son los que tiran hacia delante, que son la punta de lanza y guía en quien todos nos fijamos. Lo cierto es que cuanto más formados estemos, mucho más vamos a poder ofrecer, mucho más vamos a poder hacer. Es muy raro encontrar veterinarios españoles dictando conferencias en el extranjero, los hay, pero son los cinco de siempre porque son los únicos que están bien preparados. Y luego hay otra barrera muy importante con la que no cuentan otros países, se trata del problema del idioma que tiene el veterinario español y esto también limita. 

¿Qué oportunidades ves todavía en nuestra profesión en el ámbito especifico de la clínica del animal de compañía? 

Yo creo que el veterinario clínico del animal de compañía tiene un sitio perfectamente labrado en la sociedad y lo único que yo creo que necesitamos es seguir el rumbo marcado en los últimos años. 

La formación va mejorando, vamos progresando; tenemos una posición ahora mismo a nivel europeo impensable hace 10 o 15 años. Todavía falta muchísimo por hacer y creo que el punto donde hay que seguir potenciando es en formación y en idiomas, siendo estos dos de los objetivos que yo me he planteado con AMVAC. Quiero hacer todo lo que esté en mis manos a este respecto porque creo que el veterinario español se tiene que internacionalizar. 

Andrés, ¿Eres de los que opinan que en nuestro país hay más profesionales de los que realmente la sociedad necesita, o todos tienen cabida?

Pues no lo sé, la verdad es que desconozco las cifras, desde luego sí es cierto que con respecto a otros países veo que en España hay muchísimas clínicas, casi todas muy pequeñas y no como en otros países donde hay una tendencia a grandes hospitales. 

Creo que esto también tiene que ver con la cultura española y un poco con la política y la economía del país, los sueldos que se pagan no son muy buenos con lo cual dices “pues para que me paguen lo mismo monto mi clínica y soy yo mi propio jefe”,  yo creo que ese es uno de los grandes problemas. Si hubiera algunos grandes hospitales que pudieran dar mejores opciones a los profesionales posiblemente no habría tanta clínica pequeña y la gente apostaría más por contrataciones de mejor calidad y mayor proyección profesional. 

Muchas gracias Andrés, ha sido un placer conversar contigo.

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El estado de ánimo

En los últimos días la prensa ha publicado diversos artículos acerca del impacto que está teniendo el estado de ánimo de la ciudadanía sobre el curso económico de nuestro país. La saturación de información monotemática a la que estamos sometidos genera un sentimiento colectivo que,  en la mayoría de los casos, desemboca en desánimo, apatía y depresión. 

Si algo necesitamos en estos momentos difíciles son auténticos líderes con mensajes de aliento y esperanza, contagiando un entusiasmo que se torna ahora más necesario que nunca. Ante la clamorosa ausencia de éstos, estamos llamados a asumir ese papel en nuestro pequeño área de influencia. 

Como profesionales y empresarios, nuestra labor es, ante todo, influir sobre el entorno, básicamente clientes y colaboradores. 

La falta de confianza sobre nuestra capacidad para revertir la situación y sacar el país adelante, impacta en el ánimo de trabajadores y clientes, siendo el principal obstáculo para hacer progresar nuestro negocio. 

La desconfianza e inseguridad sobre lo incierto del futuro es el peor de los escenarios para desarrollar cualquier actividad económica; la economía es un flujo de energía alimentado por un estado de ánimo. 

Todo comportamiento humano tiene por objeto la mejora de algún tipo. Hacemos cosas, compramos productos y servicios porque percibimos que haciéndolo estaremos mejor o más seguros. Del mismo modo, la inacción también es un comportamiento que persigue el mismo fin. Dejamos de comprar o de invertir porque hacerlo, en una situación incierta como la actual, nos hace sentir mal o nos da miedo.

Nos movemos por motivos y la satisfacción que normalmente buscamos al adquirir un servicio quizás no compense el malestar, o cargo de conciencia, al que nos lleva gastar dinero en una situación de incertidumbre como la actual. Los estados emocionales se contagian por imitación, independientemente de nuestros recursos y de que nuestro poder adquisitivo se haya visto o no menoscabado. 

Confianza es la clave. Nada está predeterminado, la crisis será lo que hagamos de ella. Tenemos exactamente los mismo motivos para desconfiar (INACCIÓN) que para confiar (ACCIÓN). La decisión depende de ti ¿Qué eliges?

 

imagen:motoroteando.worddpress.com

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