En los últimos días la prensa ha publicado diversos artículos acerca del impacto que está teniendo el estado de ánimo de la ciudadanía sobre el curso económico de nuestro país. La saturación de información monotemática a la que estamos sometidos genera un sentimiento colectivo que, en la mayoría de los casos, desemboca en desánimo, apatía y depresión.
Si algo necesitamos en estos momentos difíciles son auténticos líderes con mensajes de aliento y esperanza, contagiando un entusiasmo que se torna ahora más necesario que nunca. Ante la clamorosa ausencia de éstos, estamos llamados a asumir ese papel en nuestro pequeño área de influencia.
Como profesionales y empresarios, nuestra labor es, ante todo, influir sobre el entorno, básicamente clientes y colaboradores.
La falta de confianza sobre nuestra capacidad para revertir la situación y sacar el país adelante, impacta en el ánimo de trabajadores y clientes, siendo el principal obstáculo para hacer progresar nuestro negocio.
La desconfianza e inseguridad sobre lo incierto del futuro es el peor de los escenarios para desarrollar cualquier actividad económica; la economía es un flujo de energía alimentado por un estado de ánimo.
Todo comportamiento humano tiene por objeto la mejora de algún tipo. Hacemos cosas, compramos productos y servicios porque percibimos que haciéndolo estaremos mejor o más seguros. Del mismo modo, la inacción también es un comportamiento que persigue el mismo fin. Dejamos de comprar o de invertir porque hacerlo, en una situación incierta como la actual, nos hace sentir mal o nos da miedo.
Nos movemos por motivos y la satisfacción que normalmente buscamos al adquirir un servicio quizás no compense el malestar, o cargo de conciencia, al que nos lleva gastar dinero en una situación de incertidumbre como la actual. Los estados emocionales se contagian por imitación, independientemente de nuestros recursos y de que nuestro poder adquisitivo se haya visto o no menoscabado.
Confianza es la clave. Nada está predeterminado, la crisis será lo que hagamos de ella. Tenemos exactamente los mismo motivos para desconfiar (INACCIÓN) que para confiar (ACCIÓN). La decisión depende de ti ¿Qué eliges?
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