Casi todos nosotros, en algún momento u otro de nuestra vida laboral, hemos tenido jefes ¿A cuántos líderes has conocido? La respuesta es sencilla: si alguna de las personas para quien has trabajado te ha dejado huella, te ha ayudado a crecer, ha cambiado tu mentalidad, ese fue un verdadero líder.
La mayoría de los directivos o empresarios actúan como jefes, no como líderes. Ejercen el poder, hacen crecer su empresa e incluso obtienen beneficios, pero si a lo largo de su trayectoria no logran transformarse a sí mismos, a sus trabajadores y a su organización, no podrán ser considerados verdaderos líderes.
Ejercer un puesto de responsabilidad requiere de mucha formación y entrenamiento: escuelas de negocios, conocimiento del mercado, años dirigiendo equipos, gestionando un negocio propio… ¿Qué hace que unos, la mayoría, una vez aprendido y con años de experiencia tras sus espaldas, sigan ejerciendo de jefes, y otros, muy pocos, se conviertan en líderes?
La transformación.
El líder crea adeptos por su capacidad para influir en la vida de los colaboradores, seducidos por un modelo que invita a aprender, a crecer, a progresar.
No debemos olvidar que en cualquier actividad la plenitud la propicia el desarrollo humano, entendido como la búsqueda de un sentido de contribución a lo que hacemos. Brindar esa oportunidad y crear el ambiente adecuado para que esto se produzca es sentar las bases del cambio que nuestra sociedad necesita.
“El manager gestiona procesos; el líder inspira personas”
Mario Alonso Puig