La célebre metáfora de “La rana hervida” cuenta que si queremos cocer una rana, hemos de hacerlo introduciéndola en agua fría e ir calentando gradualmente; de lo contrario, la rana saltaría ipso facto al sentir el agua hirviendo.
A la hora de afrontar los cambios que la situación actual está pidiendo a gritos, defiendo todo lo contrario.
El ser humano tiene una natural resistencia al cambio. La experiencia en el mundo de la empresa nos demuestra que los cambios importantes hay que hacerlos en el menor tiempo posible. Hasta el punto que, en una organización, resulta más sencillo introducir un gran cambio que un cambio pequeño. Quienes lo hemos vivido así lo afirmamos.
La implementación de un cambio gradual ayuda a los “boicoteadores profesionales” (todas las organizaciones tienen unos cuantos) a elaborar estratagemas para “demostrar” que mejor dejarlo estar, si ya estamos bien así.
Quienes han logrado la hazaña de dejar de fumar, testimonian que el método más eficaz es tomar la firme determinación de no volver a encender un cigarrillo ¡Nunca más!; en la mayoría de los casos, los intentos de abandonarlo de forma gradual suelen acabar en fracaso.
Implementar una adaptación de nuestra empresa al nuevo escenario de forma paulatina, puede provocar que lleguemos tarde (o que no lleguemos). Convencer a los equipos de la necesidad de nuevas estrategias y cambios de calado en la forma de hacer negocio, puede resultar ahora más fácil que nunca. Encontraremos resistencia, pero la rapidez en la implementación es un arma que siempre juega a nuestro favor.
Imagen: atomicshark