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El origen de lo humano

Esta semana me voy a permitir la licencia de compartir con mis lectores unas reflexiones sobre lo que nos distingue como especie. 

Como seres humanos, somos concebidos, crecemos, vivimos y morimos en conductas y acciones que giran en torno a la palabra y a la reflexión que hacemos de nuestra realidad, con el lenguaje como instrumento (el logos). En una acción, lo importante es el efecto o consecuencia de lo que hacemos; mientras que en una conducta, lo importante son las repercusiones de lo que hacemos en los demás, es decir, la relación. Toda realidad humana es social ya que se basa en la interrelación entre congéneres dentro del lenguaje. 

¿Podéis imaginar un mundo sin comunicación, en el que nadie se hablase? Imposible. Le hice esta misma pregunta a mi hija cuando tenía 8 años y su respuesta fue inmediata: “Papá, hablamos porque si no nos volvemos locos”. Por ello es fácil deducir que lo central del fenómeno social humano se da en el lenguaje, ya que sólo ahí tiene cabida la reflexión (es decir, el pensar) y la autoconciencia que nos distingue de los animales (es decir, la capacidad de preguntarse qué soy). 

El lenguaje, en un sentido antropológico, es el origen de lo humano. El lenguaje saca la biología humana del ámbito de la pura materia (el cuerpo), y pone al alcance del hombre un mundo de descripciones de sí mismo y de su entorno (la conciencia). 

De lo anterior podemos concluir que cualquier organización humana, sea una familia, una empresa, una iglesia o la misma comunidad de vecinos, es, en esencia, una red de conversaciones. El devenir de cualquier organización va a depender de las infinitas conversaciones que se generen, en las que se comparten pensamientos, deseos y emociones,  como la cualidad intrínseca que nos hace humanos.

 

Imagen: Wikimedia

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Lenguaje y Realidad

Todos los logros de la especie humana, tanto en su grandeza como en su miseria, han implicado la utilización del lenguaje. Como humanos, empleamos el lenguaje con dos funciones bien distintas:

  • Para comunicar nuestro modelo o representación del mundo. A esta actividad la denominamos hablar, discutir o escribir.
  • Para representar nuestra experiencia, en una actividad que denominamos razonar, pensar o fantasear

El lenguaje da forma a la realidad y la interpretación que de ella inferimos determina nuestro estado emocional, y en consecuencia, nuestro desempeño. Es preciso cuidar el uso que hacemos del lenguaje, ya que con él estamos construyendo una realidad de la que derivan nuestros pensamientos y emociones; según pensamos así sentimos y emocionamos y de la emoción surge la acción que nos lleva a los resultados. 

El lenguaje no sólo es un instrumento para describir lo que percibimos y vehicular información. A través de las palabras hacemos que las cosas ocurran; cuando hablamos suceden unas, y cuando callamos suceden otras. La realidad no siempre precede al lenguaje; las palabras intervienen en la construcción de nuestro mundo. 

Palabras y magia fueron al principio una y la misma cosa, e incluso hoy las palabras siguen reteniendo gran parte de su poder mágico. Con ellas podemos darnos unos a otros la mayor felicidad o la más grande de las desesperaciones, con ellas imparte el maestro sus enseñanzas a sus discípulos, con ellas arrastra el orador a quienes les escuchan, determinando sus juicios y sus decisiones. Las palabras apelan a las emociones y constituyen, de forma universal, el medio a través del cual influimos sobre nuestros congéneres”. S. Freud

 

Imagen: gracey

 

 

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¿Qué quieres conseguir en 2012?

Todos nos marcamos objetivos: ampliar nuestro negocio, una determinada facturación, unos beneficios, trabajar menos horas a la semana, etc. 

Si no lo hemos hecho ya, va siendo hora de analizar qué necesitamos para alcanzarlos. Una vez identificados los recursos a invertir y las habilidades a desarrollar, cabe preguntarse ¿Qué nos va a aportar? 

Tan importante es desarrollar un plan de acción, como saber dónde nos va a llevar ¿Cómo va a cambiar mi vida la consecución de lo propuesto? 

Lo maravilloso de la palabra “éxito” es que cada cual la define a su manera. Invito desde estas líneas a la siguiente reflexión ¿La consecución de los objetivos marcados para este 2012 realmente nos traerán el éxito? ¿Qué es para ti el éxito? 

Solemos dividir las diferentes áreas de nuestra vida (familia, trabajo, salud, finanzas, amigos, ocio, etc.) en compartimentos estancos. Siempre he defendido que separar lo personal de lo profesional lleva implícito “despersonalizar” al menos un tercio (si no más) de nuestra vida. 

¿De qué manera los objetivos propuestos cohesionan las diferentes parcelas de tu vida? 

 

Imagen: uuuhyeah

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¿Qué éxitos alcanzaste en 2011?

En la entrega anterior, invitábamos a la toma de conciencia sobre lo dejado inconcluso, o ni siquiera empezado, en 2011, identificando las causas que no lo hicieron posible. 

El siguiente ejercicio consiste en poner el foco sobre los logros conseguidos: ¿Qué proyectos se terminaron? ¿Cuáles fueron los éxitos alcanzados? ¿Cuál fue la mejor decisión tomada? ¿Cuáles fueron los riesgos asumidos? ¿Qué miedos fueron vencidos? Y sobre todo ¿Qué aprendiste? 

Un profundo análisis sobre qué hizo posible los logros es la mejor guía para llevar nuestro negocio, y nuestra vida, al siguiente nivel de éxito. El pasado sólo sirve como fuente de aprendizaje: lo negativo para invertir en su mejora, lo positivo para reforzar y orientar el camino. 

Disponemos de mucha información, más de la que podemos digerir. La experiencia es el aderezo que necesita la información para convertirse en conocimiento. Volvamos la vista atrás para aprender de lo que falló: lo que no fuimos capaces de alcanzar también constituye un logro

¿Acaso no estamos más cerca del éxito cuando descubrimos la manera de cómo no hay que hacerlo?

 

Imagen: clarita

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¿Qué te quedó pendiente en 2011?

Es tiempo de buenos propósitos de cara al año que acaba de comenzar: objetivos a cumplir, restos a superar, proyectos, etc.

Como ejercicio previo a la declaración de intenciones que todos nos hacemos cuando el calendario cambia de dígito ¿Has hecho un balance de lo que en el año extinto pudo haber sido y no fue?

Una vez identificados los objetivos que se nos escaparon, los desafíos todavía pendientes, los proyectos que aun esperan, cabe preguntarse qué no lo hizo posible.

Hay que mirar hacia delante, es cierto. Pero si no dedicamos un tiempo a desvelar lo que nos frena, las barreras que se nos atragantan, los miedos que nos paralizan, es difícil progresar y 2012 puede convertirse en una repetición de la misma historia.

Tener claro los objetivos es primordial. Identificar lo que nos ha dificultado en el pasado alcanzar metas es requisito imprescindible para progresar, afrontando lo que nunca nos atrevimos, bien por falta de conocimientos, o debido a nuestras propias creencias autolimitantes sobre la falta de recursos o habilidades.

Nuestras carencias y debilidades se solventan con formación y entrenamiento. Nuestros miedos se vencen afrontando y cuestionando las creencias que nos impiden liberar el gran potencial que llevamos dentro.

 

Imagen: ppdigital

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Employee passion = Customer devotion

El título de este post hace referencia a un viejo aforismo muy conocido en el mundo empresarial anglosajón.

Las emociones son contagiosas y el entusiasmo no se escapa a esta generalización. Con frecuencia oímos decir a los expertos en marketing  que “somos nuestro producto”. Por encima del servicio o producto que ofrecemos al cliente, comunicamos un estado. Este axioma constituye un arma de doble filo, ya que el cliente asocia, de manera metaconsciente, nuestro estado a lo que queremos vender.

¿A quién de nosotros no le ha ocurrido que teniendo la decisión de compra prácticamente tomada hemos desistido por la pésima atención recibida por el vendedor?

¿A quién de nosotros no le ha ocurrido que sin tener intención alguna de comprar hemos acabado haciéndolo contagiados por el entusiasmo desplegado por el vendedor?

Por encima de capacidades y habilidades, es la pasión puesta en la labor encomendada la variable de mayor impacto en la cuenta de resultados de cualquier negocio.

La fidelidad de un cliente dependerá del historial de emociones positivas que seamos capaces de inducir en su relación con nosotros y nuestro entorno. La pasión por lo que hacemos genera inevitablemente emociones en el público objetivo al que nos dirigimos; contagiar esta emoción al cliente es la mejor garantía de su lealtad.

 

Imagen: calgrin

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Pasión por tu trabajo

Una encuesta publicada por una prestigiosa consultora americana nos sorprendía con el siguiente dato:  Sólo el 20% de los trabajadores sienten pasión por su trabajo.

La pregunta es inmediata: ¿Es posible encontrar la motivación suficiente para lograr un desempeño excelente cuando no sientes pasión por tu trabajo?

Cada cual puede tener su respuesta. Lo que no parece discutible es que amar lo que se hace es el principal requisito para superar las múltiples barreras que separan la mediocridad de la excelencia.

Tolstoi hizo célebre la cita: “La felicidad no reside en hacer lo que amas, sino en amar lo que haces”. Y ¿Cómo podemos amar lo que hacemos?

Encontrando tus poderosas razones para acudir a trabajar todos los días con entusiasmo ¿Cómo hacerlo?

1º Dedicando el tiempo necesario para definir cuáles son tus valores fundamentales. Valores son aquello que para ti es importante.

2º Encontrando respuesta, desde tu yo más profundo, a las tres preguntas siguientes:

  • ¿Para qué vas a trabajar?
  • ¿Qué te aporta tu trabajo?
  • ¿Cómo disfrutas de tu trabajo?

Poniendo todo tu corazón en este ejercicio, estarás en disposición de descubrir las poderosas razones que te ayudarán a superar las dificultades del día a día y, además, disfrutar haciendo lo que haces.

La pasión es el estado que predispone a la acción, entregándonos en lo que hacemos; se hace evidente a través del entusiasmo (que transmitimos verbal y corporalmente), el cual constituye el 50% de las habilidades para triunfar en cualquier actividad profesional.

La pasión es un requisito imprescindible para alcanzar el éxito, además de ser el aderezo que marca la diferencia entre “gustar” versus “amar” lo que se hace.

 

Imagen: Grafixar

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El fracaso

La felicidad no depende de lo que te ocurre en la vida, ni de lo que tienes o quién eres, sino de cómo interpretas y aprendes de tu experiencia. A menudo nos preguntamos por qué hay personas capaces de ser felices sin aparentes motivos y otras infelices con objetivas razones para no serlo.

El éxito y el fracaso en la vida dependen de cómo conceptuemos el resultado de nuestra experiencia. Donde unos ven fracaso otros ven sencillamente un mal resultado, que además se convierte en aprendizaje en el momento en que ya sabemos una manera de cómo no hacerlo.

En los ámbitos del emprendimiento se dice que sólo uno de cada diez proyectos empresariales triunfa. Esta afirmación puede ser, en función de la mentalidad de quien la interprete, un motivo para abandonar, o un acicate para persistir en el empeño. Hay dos maneras de verlo: “es muy difícil, de cada 10 intentos 9 fracasan, no merece la pena intentarlo”; o bien: “sé lo que tengo que hacer para triunfar: insistir en el intento, tengo 9 opciones de aprender cómo no hay que hacerlo, a la décima alcanzaré el éxito”.

La gente que fracasa condiciona la experiencia a través de sus creencias limitantes del tipo “no va a funcionar, “ya lo intenté antes” o “lo he intentado todo y nada ha funcionado”. La gente que triunfa tiene siempre convincentes razones para persistir en el intento: el éxito es cuestión de tiempo.

El fracaso para unos es el fin,
para otros la guía de cómo tener éxito.

 

Imagen: ktpupp

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La gratitud

¿El cliente es un regalo para ti o somos un regalo para el cliente?

El valor de la gratitud como emoción radica en pensar e interiorizar cómo puedo corresponder y agradecer al cliente la oportunidad que me brinda de desarrollarme personal y profesionalmente, en lugar de verlo tan sólo como alguien que me puede aportar unos beneficios. Acceder a nuestro cliente desde una emoción de gratitud facilita la resonancia (vibrar en la misma frecuencia emocional que el otro). Si hay resonancia hay entendimiento, y éste es el paso previo a la confianza.

Como profesionales de la sanidad, la nutrición o la producción animal, vendemos siempre confianza. Nuestra labor es contribuir al bienestar animal, sea para aportar calidad de vida al propietario de mascota, o para rentabilizar la explotación del productor. En cualquier caso, el cliente nos da la opción de influir en su vida para mejorarla. Esta contribución no sólo debe ser motivo de orgullo, sino de reconocimiento porque nada es más gratificante.

La emoción de la gratitud es una de las más transformadoras que un ser humano puede experimentar; además de ser una emoción que eliges libremente. Abrazar con convicción esta afirmación nos ayuda a gestionar con eficacia y equilibrio nuestro entorno, incluso en las situaciones más difíciles. Se trata del primer paso.

 

Imagen: mysza831

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Mi mitad

Buena parte del clima laboral depende de las relaciones que mantenemos con quienes compartimos ese espacio. El “buen rollo” propicia no sólo la felicidad y la motivación, sino que facilita el dar lo mejor de nosotros y repercute directamente en el desempeño.

Los desencuentros humanos no surgen de errores en el razonar, sino de conflictos en el “emocionar”. Y esto ocurre porque la realidad, aunque única, no es patrimonio de nadie, y cada ser humano tiene la particularidad de hacer “su” propia interpretación de la misma. Como decía cierto personaje teatral: “hay tres tipos de realidad, la mía, la tuya y la realidad”.

Cuando la percepción o interpretación de la realidad que hace el otro deja de ser compatible con la nuestra, surge el conflicto, se altera el ánimo y llega el sufrimiento. Según el perfil psicológico, aparecen dos actitudes: buscar un culpable u obsesionarse con cuál ha podido ser nuestro error.

Ni culpable ni error, y aquí radica parte del sufrimiento: el tratar de encontrar una explicación lógica. Nada menos racional que nuestros comportamientos, reacciones e impulsos humanos.

La particular interpretación que cada uno hacemos de la realidad genera un estado neuro-fisiológico que se traduce en forma de emociones, las cuales desencadenan un comportamiento. Esta percepción personal de la realidad viene determinada por nuestro sistema de creencias, valores, experiencias y un largo etcétera que hacen de cada humano un ser único.

En cualquier relación personal controlamos la mitad, nuestra mitad. Tener una mentalidad de crecimiento significa situarse por encima de la culpa, entender que la percepción de tu realidad no tiene por qué coincidir con la del otro y obtener de ello un aprendizaje. Mantener incólume esta actitud acabará por arrastrar la otra mitad hacia la aceptación y con ella al entendimiento.

Además, los conflictos interpersonales son como un espejo que nos permite ver reflejado en el otro nuestras carencias, debilidades e incongruencias; en definitiva, nos ayudan a conocernos mejor a nosotros mismos.

 

Imagen: Vijay

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