Los buenos propósitos si no se traducen en objetivos sirven de muy poco.
Se acerca el fin de año y antes de haber cerrado el presente tenemos ya la vista puesta en lo que queremos conseguir y mejorar en el próximo ejercicio.
Marcarse un objetivo financiero y transformarlo en indicadores cuantificables es sencillo: volumen de facturación, porcentaje de rentabilidad, margen de contribución, etc.
Pero estos indicadores nos dicen muy poco sobre los verdaderos factores que determinan el éxito financiero futuro: la satisfacción del cliente, la moral del personal, la cohesión del equipo, las estrategias de captación de nuevos clientes, la innovación en servicios o la productividad.
Estos factores también se pueden medir ¿Por qué no lo hacemos?
Conviene no olvidar que los tres elementos que determinan los ingresos en nuestro negocio son: el nº de clientes activos, el nº de visitas por cliente/año y el gasto medio por visita. Pero lo que hace posible que éstos prosperen no solemos medirlos.
Nos quedan algunos días para cerrar 2012. Animo a hacer el siguiente ejercicio: convertir en indicadores medibles las variables sobre las que se sustentan los ingresos y que determinan la futura rentabilidad de nuestro negocio. Por ejemplo: la satisfacción actual de los clientes, el grado de motivación, implicación y compromiso de los colaboradores o nuestra capacidad de innovar en productos y servicios.
¿Difícil? Claro, pero no imposible.
Disponemos de numerosas herramientas: encuestas de valoración, grado de cumplimiento de tareas y procesos, plazos de ejecución en tiempo, seguimientos telefónicos, obtención de información y datos sobre el cliente, propuestas de ideas… ¿Qué te impide medirlo?
Todo es posible cuantificar y tabular porque toda actitud se traduce en desempeño.
Y a partir de aquí ya tenemos en bandeja los objetivos de mejora de cara al año próximo.
Recuerda: los objetivos, si no se miden, no se alcanzan.
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