Una experiencia desagradable, un suceso doloroso, una confrontación personal o un resultado decepcionante tienen, a menudo, un impacto negativo en nuestras emociones y perjudican nuestro desempeño.
Los entrenadores personales trabajamos una eficaz técnica que tiene por objeto neutralizar el impacto negativo de la experiencia y sacarle el máximo partido de aprendizaje: el cambio de perspectiva.
La técnica consiste en cambiar el marco de referencia de la experiencia. Podemos hacerlo de dos maneras:
- a/ Cambiando el marco temporal. Consiste en proyectar hacia el mañana (un día, un mes, un año…) el impacto de lo que ahora nos ocurre y su repercusión en nuestra vida futura. Este cambio de perspectiva ayuda a darnos cuenta de que estamos alterando nuestro ánimo por algo que ni tiene, ni va a tener, repercusión ni relevancia alguna en el futuro; por lo tanto ¿Merece la pena arruinar el día porque nos han robado la cartera, le hemos dado un golpe al coche nuevo o hemos discutido con un colaborado por un malentendido?
- b/ Cambiando el marco de significado. Todo lo que nos acontece tiene su mensaje, toda experiencia nos propicia un aprendizaje. Si estamos mal es porque algo hacemos mal y por tanto algo tendremos que cambiar. Buscarle un sentido y un significado a toda experiencia, por mala y negativa que ésta sea, es de un enriquecimiento brutal.
Cada vez que ocurra algo que no te guste, cada vez que te sientas decepcionado, no busques el porqué, pregúntate: ¿PARA QUÉ? Cuál es el mensaje, cuál es el aprendizaje que hay detrás.
El impacto de toda experiencia negativa, dolorosa o decepcionante, depende del marco de referencia en el que la situemos. Si aprendemos a cambiar la perspectiva, cambiamos el sentido y su significado instantáneamente, transformándolo además en aprendizaje.
Imagen: Jordi Chueca
La época que nos está tocando vivir invita a buscar culpables. Este ejercicio puede desahogar, pero poco ayuda a afrontar una difícil situación que atañe a todos.
En las organizaciones suele ser la norma detectar y promocionar el talento natural aparente, y no prestar atención al potencial que un profesional puede desarrollar.
Casi todos nosotros, en algún momento u otro de nuestra vida laboral, hemos tenido jefes ¿A cuántos líderes has conocido? La respuesta es sencilla: si alguna de las personas para quien has trabajado te ha dejado huella, te ha ayudado a crecer, ha cambiado tu mentalidad, ese fue un verdadero líder.
En las organizaciones se suele dedicar mucho tiempo a aburridas e improductivas reuniones. A los directores, gerentes y jefes les resulta sencillo convocar una reunión para tratar temas de interés, analizar resultados o discutir la estrategia a seguir. Lo que no es tan frecuente es convocar a un colaborador para decirle lo que la empresa espera de él, corregir un desempeño deficiente o manifestarle lo importante que es su trabajo para la organización.
A pesar de la difícil situación por la que atravesamos hoy día, el recurso más escaso sigue siendo, no el dinero en contra de lo que cabría pensar, sino el capital humano, y es precisamente este el pilar sobre el que construyen el éxito las empresas.
¿Por qué ha de ser diferente el deporte de alto rendimiento de la actividad profesional de alto rendimiento?
El éxito en cualquier actividad profesional depende de multitud de factores. Una vez inicias tu carrera profesional, se acaban los planes de estudios y ni asomo de programas que te ayuden a aprender y dominar la actividad. Nos encontramos solos a la hora de decidir las destrezas y capacidades que deben trabajarse y mejorarse, y con escasa idea acerca de cómo hacerlo.
Para afrontar la actividad profesional con las mayores garantías de éxito, debemos asegurar el estado interno que nos permita desplegar todos nuestros recursos para dar el máximo. El estado emocional influye en el interlocutor. Somos nuestro producto, por lo que el cliente asocia nuestro estado al servicio que ofrecemos y la empresa que representamos.



