Todos los logros de la especie humana, tanto en su grandeza como en su miseria, han implicado la utilización del lenguaje. Como humanos, empleamos el lenguaje con dos funciones bien distintas:
- Para comunicar nuestro modelo o representación del mundo. A esta actividad la denominamos hablar, discutir o escribir.
- Para representar nuestra experiencia, en una actividad que denominamos razonar, pensar o fantasear.
El lenguaje da forma a la realidad y la interpretación que de ella inferimos determina nuestro estado emocional, y en consecuencia, nuestro desempeño. Es preciso cuidar el uso que hacemos del lenguaje, ya que con él estamos construyendo una realidad de la que derivan nuestros pensamientos y emociones; según pensamos así sentimos y emocionamos y de la emoción surge la acción que nos lleva a los resultados.
El lenguaje no sólo es un instrumento para describir lo que percibimos y vehicular información. A través de las palabras hacemos que las cosas ocurran; cuando hablamos suceden unas, y cuando callamos suceden otras. La realidad no siempre precede al lenguaje; las palabras intervienen en la construcción de nuestro mundo.
“Palabras y magia fueron al principio una y la misma cosa, e incluso hoy las palabras siguen reteniendo gran parte de su poder mágico. Con ellas podemos darnos unos a otros la mayor felicidad o la más grande de las desesperaciones, con ellas imparte el maestro sus enseñanzas a sus discípulos, con ellas arrastra el orador a quienes les escuchan, determinando sus juicios y sus decisiones. Las palabras apelan a las emociones y constituyen, de forma universal, el medio a través del cual influimos sobre nuestros congéneres”. S. Freud
Imagen: gracey