En las organizaciones suele ser la norma detectar y promocionar el talento natural aparente, y no prestar atención al potencial que un profesional puede desarrollar.
Asignar una actividad a quien es capaz de dominarla, sin asegurarse el plantear un reto ni objetivos que requieran de una mejora continua, significa: estancamiento, rutina, pérdida de motivación y a la postre desempeño deficiente.
La implicación, la motivación y el compromiso en un proyecto profesional o de empresa, se consiguen a lo largo de un proceso de superación que tan sólo sostiene la mentalidad de crecimiento; lo cual es muy distinto a asignar tareas para solucionar problemas.
Cuando un colaborador nos defrauda tendemos a asumir que hemos cometido un error en el proceso de selección ¿Esto es siempre así? ¿O no hemos sido capaces de identificar su potencial y diseñar un plan de carrera favoreciendo que éste aflore?
La actitud y el compromiso de un equipo se cultiva: seleccionando la semilla (detectando habilidades), sembrando (apostando por el crecimiento), abonando (invirtiendo en su formación) y regando (estimulando su desarrollo).
El profesional necesita de retos, de progreso, de aprendizaje y de contribución. Hacer siempre lo mismo aboga no sólo a los mismos resultados, sino al tedio y la desmotivación.
La gente tiene aspiraciones, deseos y habilidades para alcanzarlos; si creamos el entorno de oportunidades adecuado, los equipos desarrollarán su potencial. Con mentalidad de crecimiento todo es posible.
Imagen: ThinkMoncur