La felicidad no depende de lo que te ocurre en la vida, ni de lo que tienes o quién eres, sino de cómo interpretas y aprendes de tu experiencia. A menudo nos preguntamos por qué hay personas capaces de ser felices sin aparentes motivos y otras infelices con objetivas razones para no serlo.
El éxito y el fracaso en la vida dependen de cómo conceptuemos el resultado de nuestra experiencia. Donde unos ven fracaso otros ven sencillamente un mal resultado, que además se convierte en aprendizaje en el momento en que ya sabemos una manera de cómo no hacerlo.
En los ámbitos del emprendimiento se dice que sólo uno de cada diez proyectos empresariales triunfa. Esta afirmación puede ser, en función de la mentalidad de quien la interprete, un motivo para abandonar, o un acicate para persistir en el empeño. Hay dos maneras de verlo: “es muy difícil, de cada 10 intentos 9 fracasan, no merece la pena intentarlo”; o bien: “sé lo que tengo que hacer para triunfar: insistir en el intento, tengo 9 opciones de aprender cómo no hay que hacerlo, a la décima alcanzaré el éxito”.
La gente que fracasa condiciona la experiencia a través de sus creencias limitantes del tipo “no va a funcionar”, “ya lo intenté antes” o “lo he intentado todo y nada ha funcionado”. La gente que triunfa tiene siempre convincentes razones para persistir en el intento: el éxito es cuestión de tiempo.
El fracaso para unos es el fin,
para otros la guía de cómo tener éxito.
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