La manera más rápida y eficaz para convertir un cliente en adepto, es haberlo previamente enfadado. El enfado está en las antípodas de la indiferencia ¿Qué mejor caldo de cultivo propicia ganarlo para la causa?
El malestar de un cliente desvela no necesariamente un problema, sino la percepción de un problema. Nuestro concepto de negocio se materializa en el día a día, en la multitud de acciones y conversaciones que generamos en nuestra actividad. Lo importante no es lo que hagamos o digamos, sino lo que cliente percibe cuando entra en contacto con nuestra oferta de servicios.
No hay mejor oportunidad que un enfado para demostrar al cliente que a nosotros, lo que verdaderamente nos importa, es precisamente eso: su experiencia y las emociones que somos capaces de inducirle con lo que le ofrecemos. El fuego con fuego se apaga; una reacción apasionada propicia demostrarle al cliente que él es precisamente nuestra pasión.
El enfado de un cliente puede que sea el único escenario en el que el exceso y la exageración en la respuesta jueguen a favor de nuestra causa.
Imagen: Jan Tik