¿Qué ocurre cuando no tienes claro una dirección, cuándo no sabes a dónde vas?
La diferencia entre quienes tienen claro su visión y quienes no, es que los primeros pueden ver los obstáculos como peldaños.
Una visión es como un sueño que nos atrae y nos ayuda a dar lo mejor de nosotros. Las posibilidades que tenemos de desplegar nuestros talentos dependen de hacia dónde pongamos nuestra mirada. Una visión es lo que permite que gente común consiga resultados extraordinarios.
Tu empresa, tu causa, es un acto de fe, porque estás creando algo de la nada. Para progresar, para avanzar, el máximo reto que afrontas es el cuestionamiento recurrente que, bajo la sombra de la duda, te asalta sin piedad poniendo a prueba la solidez de tu proyecto.
Lo difícil no es tener una visión, lo difícil es ser fiel a ella y seguir viendo en tu mente, con claridad cristalina, ese lugar hacia donde te diriges, ese lugar que sólo existe en tu cabeza. Y seguir viéndolo incluso cuando nadie más lo ve; sobre todo, cuando nadie más lo ve.
Esa visión alimenta la pasión, como estado que predispone a la acción, la cual se hace evidente a través del entusiasmo. La realidad de tu proyecto depende del grado de entusiasmo que le pongas, nada hay más contagioso.
Sólo la visión permite respaldar tu desempeño con fuerza de voluntad y determinación. Toma la decisión de no rendirte nunca a pesar de las dificultades y tu autoestima se reforzará de inmediato. Haber decidido persistir hasta alcanzar el éxito marcará tu personalidad y te hará más fuerte y poderoso.
“Lo peor es ver y no tener una visión. Cómo ves el futuro afecta a cómo vives el presente” Hellen Keller
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