Tradicionalmente el veterinario ha dado prioridad a los conocimientos médicos -importante, pero no suficiente para alcanzar el éxito-, olvidando (o incluso menospreciando) otras habilidades: comunicar, cómo tratar a la gente, gestionar una empresa… Gran error, del que deriva la monumental desproporción entre lo que invertimos en equipamiento o en mejorar nuestras capacidades para diagnosticar, medicar u operar, y lo que invertimos en aprender a gestionar nuestra clínica, o liderar y entrenar a los equipos en la mejora de su desempeño.
Todavía encontramos muchos colegas que no conciben el trabajo al frente de su clínica como una actividad comercial. No hace mucho recibí un email de un colega ofendido por haber recibido nuestra Newsletter proponiendo un programa de formación sobre cómo mejorar los ingresos: “yo no hago negocios, yo ejerzo mi profesión”, arguyó. Parece que el fuerte componente vocacional de esta bendita profesión la hace difícilmente compatible con la cultura empresarial. Y esto tiene sus consecuencias.
La gran paradoja es que, sólo si hay beneficios, podremos destinar recursos para invertir en equipamiento; sólo si hay beneficios, podremos invertir en formación para actualizar nuestros conocimientos; sólo si hay beneficios, podremos pagar un sueldo digno a nuestros colaboradores; sólo si hay beneficios, podremos afrontar los innumerables gastos fijos que conlleva abrir la puerta de la clínica todas las mañanas.
Nuestra particular relación con el dinero obedece a creencias inculcadas desde el preludio de la conciencia: la educación recibida en casa, en la escuela, en la iglesia, las frases clichés escuchadas sobre cómo han hecho fortuna los acaudalados o los prejuicios sobre el efecto corrosivo del “vil” metal.
Del imaginario popular es difícil desprenderse, pero conviene no olvidar que:
sólo podremos ofrecer una medicina veterinaria de calidad si nuestro negocio es rentable,
sólo podremos aportar salud y bienestar a nuestros clientes y sus mascotas si nuestro negocio es rentable,
sólo podremos ser felices si nuestro negocio es rentable.
Si no somos felices, es difícil transmitir felicidad a nuestros clientes, lo cual –no lo olviden nunca- es lo que vendemos.
Imagen:www.miasistentepersonal.com.co