El éxito no es el resultado de golpes de suerte.
El éxito tampoco es consecuencia de haber tomado buenas decisiones en momentos determinados.
El éxito es fruto del comportamiento. Pero no de cualquier comportamiento.
El comportamiento es una elección. Pero no siempre.
Cuando los comportamientos son la manifestación de nuestros sentimientos y emociones, no son una elección, sino una inercia. Se tratan de hábitos adquiridos que siguen una simple relación de causa (emoción) y efecto (comportamiento).
El comportamiento sólo es una verdadera elección cuando vencemos y doblegamos –de forma consciente- el impulso que nos incita a hacer lo que sabemos que no nos conviene o perjudica a otros.
Como toda elección consciente, requiere, por un lado, de la proyección de las consecuencias ulteriores de nuestros actos y, por otro, del esfuerzo que implica vencer toda inercia.
Puede que algunos ejemplos nos ilustren:
– Pedir sinceras disculpas cuando me equivoco venciendo mi orgullo
– Dar las gracias a mis colaboradores olvidando mi posición de superioridad
– Insistir y repetir tras múltiples intentos fallidos doblegando el desánimo
– Entrenar derrotando el cansancio y la desgana
– Sonreír a los que me rodean a pesar de la tristeza del alma
Trabajemos para otros, solos o rodeados de un equipo de colaboradores, el liderazgo empieza por uno mismo. Al igual que el herrero da forma al hierro incandescente martilleando sobre el yunque, el auto-liderazgo se forja con el número de veces que nos comportamos precisamente como menos nos apetece.
El buen liderazgo está plagado de comportamientos contrarios a donde nos llevan sentimientos y emociones. Hacer tan sólo lo que gusta o apetece no conduce al éxito. El éxito se cincela a base de peldaños de esfuerzo y voluntad para vencer la inercia de lo cómodo, lo fácil, lo placentero.
¡Haz de tu comportamiento una elección!
Imagen:forjascochenco.blogspot.es