¿Por qué ha de ser diferente el deporte de alto rendimiento de la actividad profesional de alto rendimiento?
Al igual que los deportistas de élite, los profesionales que destacan por su rendimiento extraordinario, se marcan unos objetivos que no se centran en los resultados, sino en el proceso para mejorar esos resultados. Ponen el foco en la forma de mejorar un aspecto concreto del trabajo, y una vez fijado el objetivo, el siguiente paso es planificar cómo se va alcanzar éste. Todo ello apuntalado con unas firmes actitudes (esfuerzo, trabajo duro, perseverancia) y unas sólidas creencias (profunda convicción sobre mi capacidad para rendir y conseguir lo que me propongo).
Seguramente nos hemos preguntado cómo es posible que, olimpiada tras olimpiada, sigan batiéndose records en numerosas disciplinas deportivas. La explicación parece simple, los atletas de la actualidad obtienen mejores marcas no porque sean diferentes, sino porque entrenan de una manera más eficaz.
La práctica, o el entrenamiento, consiste sencillamente en obligarnos a ir más allá de lo que podemos hacer actualmente. Los gurús del management han acuñado el término “práctica deliberada”, entendida como la actividad diseñada específicamente para mejorar el rendimiento. “Práctica” porque implica repetición, esfuerzo, incomodidad; “deliberada” porque requiere auto-observación, concentración y conciencia.
El rendimiento extraordinario, fin último de la práctica deliberada, se construye a través de actividades diseñadas específicamente para mejorar destrezas concretas, y por tanto requiere de observación externa, es decir de un entrenador o mentor. Nadie ha alcanzado la excelencia sólo (ni artistas, ni deportistas, ni científicos, ni profesionales).
Ahora cabe preguntarse ¿Por qué hay quien se dedica a la práctica y al entrenamiento con denuedo y quien desiste al primer intento? ¿De dónde procede la pasión necesaria para compensar el esfuerzo, la incomodidad y la dificultad? Nos atrevemos a aventurar que, sea cual fuere el campo de actividad, la principal limitación está en la mente.
«Si las actividades que llevan a la grandeza fueran fáciles y divertidas, entonces todo el mundo las haría y no habría nada que distinguiera a los mejores del resto» G. Colvin