El envoltorio

No soy asiduo del Corte Inglés. Prefiero las tiendas de calle y entre mis opciones de compra, los grandes centros comerciales son la última elección. 

En vísperas de la festividad de Reyes, circunstancias no previstas nos abocaron a entrar en un gran centro comercial. El Corte Inglés era la única opción para encontrar lo que necesitábamos: una sencilla lámpara para la mesita de noche de la habitación de mi hija. 

Tras pagar en caja los apenas 20€ que costaba, la dependienta preguntó si era para regalo. Ante mi respuesta afirmativa tomó la caja de cartón que contenía la lámpara y se ausentó por unos minutos. Al regresar depositó encima del mostrador lo mismo que se llevó, pero completamente transformado. La caja de cartón se había convertido en un paquete perfecta y gustosamente envuelto en un llamativo papel estampado embellecido por un precioso lazo rojo. El envoltorio había transformado el mismo vulgar contenido en algo atractivo, apetitoso e intrigante. 

Probablemente, esa misma lámpara –o muy similar- podría haberla encontrado en cualquier otro almacén de barrio por 3, 4 o 5 euros menos. 

La vivencia me recordó algo que gusto de compartir siempre que tengo la oportunidad: la importancia de concienciarnos, nosotros y nuestros equipos, de que no vendemos un servicio de salud o un saco de pienso, sino –y sobre todo- lo que hay alrededor. 

Cada vez es más difícil diferenciarse por la calidad intrínseca al servicio o producto; cada vez tiene mayor importancia el impacto, la experiencia, lo original, lo inigualable, lo único, lo que adorna, acompaña y embellece el servicio que ofrecemos, el cómo por encima del qué. La atmósfera que envuelve el espacio de interacción con el cliente condiciona el valor percibido y, por tanto, su relación con el precio que paga por ello. 

La mañana de Reyes al pie de nuestro árbol de Navidad había otros regalos –algunos mucho más costosos-; unos empaquetados por nosotros con papel comprado en el bazar chino de la esquina y otros en las tiendas donde fueron adquiridos. Ninguno sobresalía tanto como el envoltorio que contenía la sencilla caja de cartón con la lámpara de mi hija. 

Imagen:quiminet.com

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