Nunca es tarde

Empieza un nuevo curso. No sólo para los niños, para nosotros también. Desconozco la extraña razón que hace del momento postvacacional más proclive a los buenos propósitos que las primeras fechas del anuario. 

El término del año fiscal nos obliga a hacer balance; las vacaciones nos invitan a reflexionar, a cuestionar si la nave que pilotamos lleva el rumbo adecuado. 

¿Lleva el rumbo deseado tu negocio veterinario? 

En un elevadísimo porcentaje de los negocios que frecuento, la respuesta es un rotundo no: “No estoy ganando dinero”, “Estoy desanimado”, “No se qué hacer con el equipo” “Cada vez vienen menos clientes y los que vienen se dejan menos dinero”, son algunas de las respuestas más frecuentes. 

Bien, y ¿qué puedes hacer para cambiar ese rumbo incierto? 

Comienza por la cuenta de resultados de tu negocio. Esa combinación de números –tan antipática para muchos- te dirá por dónde debes empezar a tomar decisiones. Pero esta herramienta es algo más que una resta entre los ingresos y los gastos. 

Una cuenta de resultados debe ser un fiel reflejo de la realidad. Uno de los problemas más habituales que me encuentro es la enorme dificultad para plasmar en una simple hoja de cálculo los números reales de la empresa. Cuando no falta la factura de algún proveedor en la partida de gastos variables, faltan las amortizaciones en la partida de gastos estructurales, o bien no aparece por ningún lado el sueldo del dueño de la clínica dentro de la partida de gastos salariales. 

Si un perro cojea tenemos diferentes herramientas de diagnóstico para aproximarnos a la causa y aplicar el tratamiento adecuado. Si es nuestro negocio el que cojea –y hay muchos, demasiados, que cojean- empecemos por radiografiar los números de la empresa a través de una cuenta de resultados. 

Una cuenta de resultados bien hecha –completa y precisa- nos dice si la rentabilidad de nuestro negocio es la que pensábamos, si nos sobra personal para el volumen de ingresos que estamos generando, o si estamos haciendo un insuficiente uso de las pruebas diagnósticas. 

De aquí a conocer el coste diario de apertura (lo que nos cuesta el mero hecho de levantar la persiana) y el punto de equilibrio (el número de transacciones diarias que hemos de hacer para cubrir los gastos fijos) tan sólo hay un pequeño paso. 

Por aquí se empieza… y nunca es tarde.

 

Imagen:www.eoi.es

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